En la lógica de la campaña permanente, el presidente Rafael Correa no pierde la oportunidad para disparar primero y preguntar después.
El detonante en esta ocasión fueron los capayaleaks, que desde la semana pasada se han difundido en redes sociales. En uno de esos videos el ex ministro Carlos Pareja Yanuzzelli dice que nada en Petroecuador se hacía sin el consentimiento o aprobación del vicepresidente Jorge Glas.
Inmediatamente, el Gobierno activó a todo su aparataje de comunicación y elaboró un libreto, plasmado en una cadena que ha sido difundida sistemáticamente en radio y televisión. Esencialmente en esa pieza propagandística se descalifica a Pareja, quien es tachado como un “delincuente traidor”, y a los periodistas que lo entrevistaron en Miami, supuestamente en confabulación con los hermanos Isaías.
En esa línea, en su enlace sabatino el Presidente acusó a la prensa de prestarse para una campaña sucia que busca desprestigiar a su gobierno y sus candidatos. ¿Cuáles fueron las pruebas de esa confabulación? Videos editados en los que se observa a los periodistas preguntando al exministro. Es decir, cumpliendo con su trabajo, tratando de esclarecer, con uno de sus principales protagonistas, los alcances de la corrupción en Petroecuador. Otra cosa es que Pareja no haya aportado pruebas (se entiende documentos), lo cual debiera ser un trabajo de los reporteros obtener y no necesariamente una obligación del entrevistado.
Lo cierto es que el Presidente, una vez más, utilizó la sabatina para volver sobre la dicotomía de buenos y malos, de verdades absolutas, donde no cabe dudar de los despropósitos de los conspiradores de la llamada revolución ciudadana. En esa tribuna cabe todo, es una especie de corte de última instancia, una justicia paralela. Así, la presunción de inocencia y el debido proceso son solo enunciados. O como sentenció el jurista romano Marco Tulio Cicerón hace 2 000 años ‘la justicia es un asno y en él solo cabalga el Gobierno’.