No son todos pero si una gran mayoría, el 90% de los políticos como diría el propio Henry Kissinger. Lamentable, pero quienes nos gobiernan; aquellos que administran el Estado y que pertenecen a esa rara condición de políticos, son en su mayoría, unos falsarios. Si, son de esos animales de condición humana que van por la vida diciendo mentiras sin que se les ruborice la cara; sin vergüenza. Son personajes que hacen carrera al poder faltando a la verdad, engañando y ofreciendo todo cuanto puedan incumplir. Claro, para ello, se aprovechan de una población votante desprotegida y desarticulada en su conjunto.
Y bajo la premisa de que son los iluminados, estos “salvadores de la patria” usan y se aprovechan de cualquier artimaña que encuentren en el camino para alcanzar sus objetivos. De todas maneras, el fin justifica los medios y es a través de los diferentes medios de comunicación donde buscan lavar su cara cada día, vociferando a diestra y siniestra su honradez. Decía Nikita Jrushchov que los políticos eran todos iguales, prometían construir puentes hasta donde no hay ríos. Es verdad, con el alma desalmada, los políticos que empiezan a gobernar buscan generan conflicto e impartir el caos para luego pescar a río revuelto.
Divide y gobernarás decía Maquiavelo. Confunde para convencer dice el dicho popular. Miente y repite tu mentira mil veces hasta que ésta se convierta en una realidad es la norma más aplicada en la política. Sino, veamos cuantos ex presidentes y cuantos quienes en su momento detentaron el poder se encuentran presos o con indicios de presunción penal. Es lamentable pero así está la política. Una actividad venida a menos por las acciones y omisiones de sus actores.
Escasa virtud en la que se ha convertido la honradez. Ya en el siglo XVIII, el escritor Jonathan Swift en su libro “El Arte de la Mentira” nos decía que la mentira política existe en todos los sistemas y en todos los países y es que la mentira y la política van de la mano. A ello, hay que sumarle a este entramado a la corrupción para volverle miserable a cualquier país.
Parecería entonces que la tónica de los políticos es la de llegar al poder a como dé lugar y la manera más fácil sería a través de la mentira y del engaño y, una vez allí, atacar y descalificar a todo aquel que atente contra su honra así ésta sea producto de una fabricación fantasiosa y lejana de la realidad. Irónicamente, son pocos los políticos honestos y de éstos son aún menos los que llegan al poder pues su mensaje no cala en las masas ya que sus promesas nunca llegarán a ser tan interesantes o apetecidas como las de aquel que usa la tarima para llenar ilusiones que nunca podrán transformarse en realidades.
Y en medio de este sainete en el que han convertido al escenario político, el pueblo termina por entregarse como si el circo nunca tuviera de terminar.