Una refinería factible

Desde que los presidentes Correa y Chávez pusieron la primera piedra de la Refinería del Pacífico, se nos machacó que estaría operativa en pocos años. Una gigantesca refinería para procesar 300 mil barriles diarios de crudo venezolano y exportar. Los dos países serían socios. Chávez nunca tuvo la intención de cumplir. Pero el gobierno ecuatoriano perseveró. Se gastaron unos USD 1500 millones en estudios inútiles, contratos con Odebrecht onerosos para el Estado, lucrativos para algunos funcionarios –incluso se acusa al vicepresidente Jorge Glas de ser uno de los beneficiarios- y todo lo que hay es un macrolote con servicios.

La última iniciativa del gobierno saliente fue buscar en Asia quien le construya la obra. Que hubo interesados, dijeron las autoridades. Sin duda. Ningún grupo constructor se negaría si le ofrecen comprar una refinería en USD 15 mil millones. Pero nadie quiso financiar un proyecto tan descabellado.

El nuevo gobierno, dentro del ordenamiento que hace del caos, despilfarro y corrupción en el sector petrolero estatal, ha sido devastador respecto a este proyecto. Muchos han concluido que la Refinería del Pacífico no va más. Error. El país consume 240 mil barriles diarios de combustibles(b/d), y tiene tres refinerías: Una obsoleta en La Libertad, otra pequeña en Shushufindi y la más importante en Esmeraldas, que procesa 100 mil barriles b/d.

El gobierno Correa gastó USD 2 200 millones en Esmeraldas, sin que haya mejorado la calidad de los combustibles o aumentado su producción. O incluso, que funcione normalmente. En un estudio, Vicente Albornoz concluyó que mejor estamos cerrando Esmeraldas, vendiendo el crudo y comprando combustibles. Por lo que hay campo para una nueva refinería que procese crudo nacional y suministre el mercado interno. Hay que proceder con inteligencia y sentido común. Nada de endeudamiento público.

El Ministerio de Hidrocarburos sabrá qué modalidad aplicar, y sería algo como lo siguiente: el gobierno busca alguien que le procese 100 mil barriles diarios de crudo del ITT, y que le entregue el producto refinado con determinado porcentaje de gasolina y diésel a especificaciones internacionales. El interesado, que tendría su negocio garantizado, debiera montar una refinería nueva en El Aromo. El contrato sería por un plazo fijo, digamos 20 años, luego de lo cual la refinería revertiría al Estado sin costo.

El contrato se adjudicaría mediante concurso, a la empresa que plantee la tarifa de refinación más baja. La tarifa tendría que ser inferior a la diferencia entre el precio de exportación de un barril de petróleo, y el costo por barril de los combustibles importados. Una fórmula como ésta, es viable. Es además la manera de utilizar una infraestructura onerosa y abandonada. Del oso, un pelo.

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