Bajo circunstancias normales, tendríamos una elección entre dos personalidades distinguidas, cada una en su ámbito, en busca de atraer el voto con sus ofertas de campaña, en igualdad de condiciones. Los electores escogerían según las ofertas, simpatía personal, convicciones ideológicas o prejuicios.
Así han sido las cosas desde que retornamos a la democracia: Roldós-Sixto bajo la dictadura, luego León-Borja, Sixto-Nebot, Mahuad-Álvaro y en 2006 Correa-Álvaro.
Ahora es distinto. Los candidatos comparten el cuarto en que interactúan con un elefante, y el candidato de oposición corre el peligro de ser apachurrado.
El paquidermo es el enorme aparato estatal armado y articulado para controlar la sociedad. Está conformado por un bloque de alzamanos de mayoría absoluta en la Asamblea, titulares de organismos de control, autoridades electorales, magistrados de las cortes. Todos respondiendo a disposiciones emanadas desde Carondelet. Está dotado de una poderosa artillería de medios de comunicación que desinforman y denigran al candidato opositor; manejo de redes sociales con la posibilidad de hackear y bloquear cuentas.
El Presidente es el cornaca, dominando la campaña desde el lomo del proboscidio, fulminando sabatinamente. Promoviendo pugnas entre clases y entre regiones: dividir para reinar. En incesante campaña en todo el territorio nacional, inaugurando obras que además del despliegue en los medios gubernamentales, se difunden todas la noches como “noticias positivas” antes de los noticieros de los canales independientes. Los gritos del elefante ahogan los planteamientos de los candidatos, supuestos protagonistas de la gesta.
El elefante es factor importante en estas elecciones, y podría ser decisivo si los adeptos al populismo de derecha se dejan seducir por sus barritos y los puristas demócratas de izquierda porfían en anularse.
Por lo pronto, el candidato oficialista nada tiene que temer del paquidermo. Pero si gana, el elefante pretenderá conducirlo con la trompa. ¿Los nuevos asambleístas responderán a él? ¿Podrá sancionar a los de Odebrecht, Panama Papers, Caminosca? ¿Le impondrán el Plan de Gobierno aprobado antes que sea candidato? ¿Qué papel para el vicepresidente? ¿El residente en Bélgica? ¿Le permitirán montarse en el elefante?
Si Lasso llega a la presidencia, su primera tarea no será poner en marcha su plan para alejar a la economía del precipicio hacia el que se dirige, sino desarmar al elefante, mediante consulta.
Igual debería hacer Moreno, de triunfar. Entre sus ofertas está hacer un gobierno conciliador y no confrontador. Esto significa desmantelar un sistema de gobernar en que todo el país gira alrededor de un autócrata.