Si en años pasados la presencia de China en América Latina se veía como una posibilidad, hoy en día es una realidad. Eso ha quedado claramente demostrado luego de la visita del presidente Xi Jinping a Ecuador, Perú y Chile, pero sobre todo al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).
Frente a los vientos de desesperanza y desolación que ahora soplan en Norteamérica luego del triunfo electoral de Donald Trump, Jinping ha asumido el liderazgo a nivel mundial ratificando su compromiso con el libre comercio y la globalización.
Tengo la impresión de que estamos en un momento de transición en el orden internacional. Unos de debilitan y otros se fortalecen. En este caso, China ha comenzado a perfilarse como la primera potencia.
A pesar de que en el 2014 china entró en una fase de ralentización o desaceleración provocada por factores externos e internos, sus índices de crecimiento se mantienen estables (6,5%).
No hay que olvidar que China es el mayor exportador de mercancías a nivel mundial. A más de ser uno de los principales importadores de materias primas, es responsable en tres cuartas partes del crecimiento de la demanda de energía global. No obstante, la mayor parte de sus importaciones están relacionadas con los sectores de energía y minas (USD 239 mil millones) y agricultura (USD 68 mil millones). En cuanto a sus exportaciones, el principal rubro es en manufacturas en general (USD 1024 mil millones) y servicios (USD 112 mil millones).
Así como los índices de crecimiento han sido importantes, los montos que China ha destinado a inversión extranjera no se han quedado atrás. Si en 1980 la inversión de China en el exterior fue cercana a cero, en el 2010 ascendió a USD 60 mil millones.
A pesar de la rápida expansión del gigante asiático, los Estados Unidos y Europa siguen siendo los principales socios de América Latina. No obstante, esta curva tiende a revertirse.
Y aunque esta mayor presencia de China en la región ha significado mayores ingresos para nuestros países producto de la exportación de materias primas, esto ha afectado negativamente: se ha afianzado la tendencia de nuestras economías a la producción primaria.
Sin embargo, la motivación más grande de Beijing no son únicamente los aspectos económicos. Es la geopolítica. Aunque Jinping ha sido cauto en mantener buenas relaciones con gobiernos de izquierda o de derecha, lo cierto es que este fortalecimiento de lasos con ciertos países de la región le ha limitado a los Estados Unidos su campo de acción. Este desafío a la hegemonía norteamericana ha significado que en ciertos casos ya no seamos su “patrio trasero”.
Pero todo esto se ha dado con nuestro propio consentimiento. La falta de una visión estratégica explica que la mayor parte de nuestros países no jueguen a nada en el concierto internacional de las naciones.
¿Podremos algún día cambiar esta tendencia?