El 7 de este mes se dio un hecho insólito. El directorio de la Sociedad de Egresados del Mejía había resuelto entregar una estatuilla de José Mejía Lequerica como condecoración a los egresados de trayectoria relevante en varios campos, incluido el de las Ciencias. Como todos, también hizo uso de la palabra el investigador científico. En los primeros días de julio de 1948, es decir hace setenta años (¡!), había egresado de “su Colegio Mejía”. El Mejía, el primer colegio laico del país, fundado por el Gral. Alfaro en 1897. De la primera promoción, su padre, de familia liberal carchense, de los ‘pupos rojos’, los más leales al conductor de la única revolución que ha tenido el país, la liberal radical, la que nos permitió contarnos entre los países civilizados del mundo occidental.
Los recuerdos de ese egresado de edad provecta, 88 años. Sus maestros; su condiscípulo inolvidable Gonzalo Borja, el que adquirió el hábito de la lectura tempranamente y también temprano se cansó de vivir. Años imborrables los que pasó en el Mejía, tan determinantes como que despertaron en él al librepensador que era y así se ha mantenido hasta hoy y durante casi cuarenta años como articulista de opinión de EL COMERCIO.
¡Esos, sus maestros, de quienes hasta hoy se siente deudor! El profesor Larenas de literatura, versado en esa materia como el que más, el que todo había leído, el de esa discreta ironía, el ‘loco’ Larenas. El último día de clases convocó a tres de los que iban a graduarse, incluido mi amigo Gonzalo. Sucinta la última lección: Para llegar a escribir bien no hay otro camino que leer y escribir, leer y escribir. Hoy los que saben de crítica literaria recomiendan lo mismo ¡con las mismas palabras del profesor del Mejía de ese entonces!
El Dr. Goetschell, profesor de Química y el Ing. de nombre imposible, judío, profesor de Física, empeñados en demostrarnos que sí teníamos aptitudes para las Ciencias Básicas. Goetschell iba más allá: era de científicos humanistas de los que más necesitaba nuestro país para salir del subdesarrollo. Y no se crea que no comprendíamos el mensaje de esos sabios y respetados maestros de antaño.
Cómo no recordarle a ‘Cachita’ Flor, profesor de Geografía e Historia. A él le debo esa espina en mi corazón cuanto trató sobre Derecho Territorial Ecuatoriano, se pasó de la hora y nadie despegó los labios. Esa historia de mutilaciones, de humillaciones y oprobios. Ayer no más, 1941, el profesor Flor con voz entrecortada, la derrota más vergonzosa y ese infame Protocolo de Río de Janeiro.
De ‘el pupo’ Fierro, Genaro, Inspector General y respetadísimo profesor de Educación Física, una anécdota: cuando me vio en la primera clase -“No harás quedar mal a la familia”. De mi Colegio Mejía salí con los nervios templados, resuelto a lograr lo que me propusiera.