Que periodistas de tercera se hayan convertido en fieles y crueles correistas no requiere de mayor análisis. ¿De qué otra manera hubieran llegado a dirigir diarios e instituciones donde podían ejercer la venganza contra sus antiguos colegas? Más chocante es que intelectuales hechos y derechos, con obras publicadas y un largo historial de defensa de las mejores causas se entregaran en cuerpo y alma a un caudillo más de la larga lista de sátrapas latinoamericanos, astutamente envuelto en un discurso revolucionario.
La vanidad es universal, de acuerdo. Y el deseo de viajar y mejorar ostensiblemente los ingresos, también. Pero todo tiene sus límites. El límite en este caso era lo que ellos mismos habían criticado durante años en sus libros y columnas. Caso contrario, ¿para qué diablos sirven estos artículos si a la primera de bastos los libre pensadores trepan gozosos al carro del poder?
Y no es por incautos pues se atribuye a uno de ellos la mejor y más sintética definición de Rafael Correa que hemos escuchado: “Abdalá con PhD”. Una joya cuyo valor aumenta si se considera que fue formulada en el 2006, cuando el profesor de la Universidad San Francisco se lanzaba a la contienda electoral. Sin embargo, ese crítico que escribía artículos en los que defendía los derechos individuales desde una perspectiva liberal en el sentido gringo del término, se enancó en el proyecto autoritario del correismo, desempeñó altos cargos, ejerció como ministro la represión y luego, como asambleísta, acolitó durante 9 años la atrabiliaria política internacional del caudillo. Ahora ha vuelto a escribir en la prensa sus artículos liberales e impolutos como si nada hubiera pasado.
Otros que se desmontaron más temprano aducen que el proceso (o sea, Rafael) se torció en algún momento y los tomó desprevenidos. No hay tal: les hubiera bastado con leer a Carlitos de La Torre (no al ministro que algún día será condenado por la deuda sino al sociólogo y profesor) quien cuestionó desde el principio que Correa fuera de izquierda, identificándolo como un populista más.
Tampoco había que ser un genio para olfatear por dónde venían los tiros; bastaba ver a los colaboradores. Apenas instalado el gobierno verde-flex, pregunté a un escritor de izquierda tradicional cómo se podía hacer una revolución con un socialcristiano como Alexis Mera y un marquetinero, como Vinicio Alvarado en la cúpula del poder. Respondió con fastidio que no les conocía. Yo tampoco, acoté, pero sé muy bien qué representan y lo que van a hacer. Pues sí que lo hicieron y ahora esa fortuna está bajo la lupa de la Contraloría.
Incluso el más agudo y poético crítico del militarismo se convirtió en ministro del ramo, pero yo no soy quién para juzgar la conciencia de los intelectuales; simplemente los cotejo con eso que antes defendieron y llego a la triste conclusión que, si no lo respaldamos con nuestros actos, esto que escribimos no sirve para nada.