Un rasgo característico de Rafael Correa fue buscar enemigos hasta debajo de las piedras. Y como en la mayoría de casos no los hallaba, pues entonces los inventaba y enfilaba contra ellos su andanada de insultos y agresiones que incluían multas, juicios millonarios, secuestros y encarcelamientos. Técnica para ejercer con eficacia y crueldad el poder político o religioso que ha sido utilizada desde la Antigüedad y consiste en dividir al mundo en buenos y malos, en profetas y redentores vs. seres miserables que son portadores de todas las culpas y males de la sociedad, lo que obliga a los buenos a borrarlos de la faz de la Tierra.
En el siglo pasado, pródigo en masacres, fueron los nazis quienes llevaron a la perfección el aparato de propaganda y represión para convertir este maniqueísmo perverso en un fenómeno de masas. Así construyeron la imagen del judío como enemigo principal de la raza aria y el doctor Goebbels redactó los once principios de la propaganda que se volvieron un manual para los regímenes autoritarios de distinto pelaje.
No todo son inventos, claro; hay casos en los que un adversario real y agresivo, como EE.UU. frente a Cuba, da pie para que la víctima convierta al imperialismo yanky en algo tan diabólico que justifique una dictadura de medio siglo. Si aquel fue un enemigo muy útil para unificar el frente interno y echarle la culpa del fracaso económico del socialismo, por acá también soportamos diez años de una propaganda millonaria que endiosaba a un economista mediocre que injuriaba al Tío Sam y la oligarquía tradicional, al tiempo que iba forjando nuevos enemigos (sicarios de tinta, indios de poncho dorado, maestros, colegiales terroristas, médicos, ecologistas infantiles…) a quienes atribuía el odio y la venganza de su alma atormentada.
Pero algo falló, la manipulación no fue perfecta pues en la percepción popular era Lenin quien tenía la imagen de bueno. De manera que, cuando llegó a la presidencia y Correa y los suyos empezaron a denigrarlo con rencor y se fue destapando la corrupción espeluznante de los revolucionarios, ya no hubo duda de quiénes eran los malos. Por eso, Lenin no ha tenido que gastar un solo centavo para diseñar a un enemigo cuya amenaza le ayude a consolidarse: lo tiene allí, vivito y coleando, volando por medio mundo o conspirando en la Asamblea.
Él y ellas, sus burlas y su bajeza al calificar de “patuleco” al presidente, tanto cinismo y falta de escrúpulos, mueven a la gente a respaldar (todavía) a Moreno. No hacen falta cadenas ni sabatinas ni respuestas chuscas por Twitter: basta con dejar actuar libremente a la Contraloría, a la Justicia y a los medios de comunicación pues con cada insulto, con cada desplante, con cada nueva mentira, Correa rinde un servicio al Gobierno. Es casi su enemigo perfecto.