Los gobiernos autoritarios tienen enorme facilidad para combinar los intereses personales con los de la nación, a la cual consideran propia en función del poder político, al que lo transforman en un instrumento de permanencia ilimitada, como puede ser la elección indefinida.
Kim Jong un, líder supremo de la República Popular Democrática de Corea, para asegurar la dinastía, su poder absoluto y la veneración de su majestad, fusiona su gobierno a un proyecto imperecedero. Crea un enemigo externo, para concitar la cohesión nacional, y despierta los resentimientos ante la resolución de la ONU, que resolvió el apoyo a la intervención militar internacional, con la cual se logra un armisticio, fijándose la frontera en el paralelo 38 sin un tratado de paz definitivo.
Consciente de la posición estratégica de Corea del Norte, de su capacidad misilística y nuclear “in crescendo”, opta por desoír los intentos de China para evitar la escalada porque sabe que siendo su país un amortiguador estratégico que separa en sus fronteras la democracia y el influjo de Occidente, gana libertad de acción, para menospreciar las sanciones de la comunidad internacional.
Su atención se centra por lo tanto en el eje conformado por Estados Unidos, República de Corea (Corea del Sur) y Japón, que directamente sufren la amenaza.
Las repetidas prueba misilísticas y del sexto ensayo nuclear, según su decir se orienta a miniaturizar las cabezas nucleares que serían transportadas por misiles Nodong e intercontinentales Taepodong (ICBM), con capacidad de alcance a los costas de los Estados Unidos y de sus aliados.
La estrategia de Corea del Norte, aunque parezca, no es de disuasión nuclear, porque ella implica una auto contención basada en la capacidad real y creíble, la voluntad política de empleo, manteniendo en perspectiva una retaliación en caso de darse una agresión. Las maniobras militares anuales realizadas en el mar de Corea del Sur no justifican las provocativas pruebas misilísticas y nucleares.
Con la amenaza de ataque de Corea del Norte, se pretende anular la figura de la “sombrilla nuclear” así como la salida de las tropas norteamericanas, para cambiar el balance estratégico, y lograr un reconocimiento como país nuclear, aunque se sacrifique la estabilidad política y militar de la región.
Por esa razón antes que una disuasión es más bien una estrategia de diplomacia coercitiva, de Corea del Norte, para alcanzar hegemonía regional que afirme en el futuro próximo la unificación de las dos Coreas y así poder extender su dinastía.
Decir que se tienen todas las opciones sobre la mesa como ha dicho el presidente Trump, o acusar de un “bluff” a esas declaraciones de Kim no des escalan el conflicto y son insuficientes en un proceso de conducción del conflicto más amplio y multifacético.