Latinoamérica y particularmente Suramérica experimentan un movimiento hacia el centro derecha en las elecciones de Argentina, Chile y Colombia.
Mauricio Macri, imprimiendo un modelo de recuperación en una Argentina saqueada por Kirchner y Fernández, concentrado en resolver la deuda y en generación de empleo, con resultados ambiguos en el tipo de cambio y los niveles de precios de la economía.
Por otro lado, Sebastián Piñera en su segundo mandato que vuelve a heredar de la señora Bachelet, en una suerte de película repetida, en un Chile con pronósticos de crecimiento alentadores de más del 4% para este año y con crecimiento en sus exportaciones de 7.2%.
Iván Duque, flamante presidente electo de Colombia, proponiendo la salida de los países de la Unasur y liderando el ataque al esquema de Maduro en Venezuela. Con un proceso de paz en trámite y sobre el cual tiene sus reparos en lo concedido por Juan Manuel Santos.
Evo, amigo de los revolucionarios, que más allá de estar alineado con Chávez, Maduro, Correa y los Castro, se ha mantenido preocupado de prolongar sus periodos presidenciales con un manejo adecuado de la economía boliviana y con cautela en sus acciones que no necesariamente son iguales a sus palabras.
Nos queda pendiente Brasil con sus próximas elecciones y Centroamérica resolviendo los problemas internos de cada país sin un peso específico en la región. Nicaragua, lamentablemente en manos de un matón y corrupto que está sacrificando las vidas de estudiantes, niños y la población en general para mantenerse lucrando del esquema económico que monto para él, su familia y allegados.
El futuro presidente de México, Manuel López Obrador, llega con la mayor votación que un candidato ha alcanzado en la historia del país, En un escenario de desconfianza del PRI y de las instituciones políticas y judiciales, con un senado y congreso a favor, con un discurso agresivo, con ataques a empresarios y periodistas, con corte autoritario y en un país con mucho petróleo y recursos económicos.
Durante su Alcaldía en el D.F., que fue más práctica que ideológica, demostró un ejercicio muy apegado a la buena administración pública, lo cual podría sugerir que se mantendrá en ese esquema en la presidencia.
En un país que requiere apaciguar los objetivos de su vecino, con una economía y política narcotizada, que ha vuelto imposible el desempeño de las instituciones que están capturadas por el beneficio de la droga, López Obrador tiene un cheque en blanco que le puede llevar a un modelo similar al que tuvo el Ecuador en la década pasada o a uno más conciliador en lo interno y externo y aprovechar la oportunidad histórica que le brinda su pueblo y no desperdiciarla en izquierdas etéreas y más corrupción, y sin provocar ningún cambio, o peor aún ser buscado por la justicia luego del ejercicio presidencial.