Las evidencias demuestran que el dinero electrónico no acaba de convencer a los ecuatorianos, alrededor de 140 mil cuentas abiertas para su manejo y aproximadamente 1,7 millones de dólares, el monto de transacciones hasta lo que vamos de agosto, considerando que el sistema se promueve desde el 2010. El problema radica en que la economía ecuatoriana se acostumbró a los billetes verdes, porque esta moneda nos ha proporcionado estabilidad, inflación baja, confianza y mejoramiento en los niveles de ingreso, cualquier otra moneda por favorable que se nos presente nos traslada a la incertidumbre.
El oficialismo persiste en su implementación, mostrándolo como una forma de pago ágil, segura, de bajo costo, disponibilidad inmediata y alta cobertura, dada la disponibilidad de teléfonos celulares de la población, instrumento a través del cual se concreta el proceso de pago, pero sobre todo hace énfasis como elemento dinamizador de la economía dadas las dificultades por la caída de los precios del petróleo y la tragedia sísmica.
Los incentivos tributarios, como la reducción del IVA del 14 % al 10% para quienes decidan usarlo tampoco han tenido la aceptación esperada, lo que permite avizorar que la implementación del dinero electrónico, como medio de pago en el país es lenta, limitada a transacciones de pago micro y de difícil cumplimiento de las metas propuestas.
Sin embargo de la evidencia de su reducida aceptación hasta ahora, vale la pena insistir en los riesgos que este mecanismo, como ha sido concebido en el país, podría producir.
Uno importante y muy posible es la del bimonetarismo, es decir la circulación de dos monedas, por una parte el dinero físico, muy conocido, muy confiable y por otra el dinero electrónico, invisible y por tanto incierto, lo tengo pero no lo tengo y es ahí donde se podría generar valores diferentes para cada uno, así, mientras una transacción con billetes cuesta un valor X, una con dinero electrónico cuesta X+1, por el riego que éste engendra, con lo cual la relación 1-1 entre un billete dólar y un dólar electrónico se terminaría, generándose la circulación de dos monedas.
Otra de las preocupaciones es la desbancarización por el manejo de la plataforma de emisión del dinero electrónico por parte del Banco Central, en cuyo caso éste manejaría los depósitos que respaldarían la emisión de dinero electrónico y no y no las instituciones financieras como correspondería, situación que crea la duda de si existen los activos de respaldo o pueden hacerse emisiones de dinero electrónico per se, como mecanismo para incrementar la oferta monetaria e incrementar la liquidez que requiere el estado con urgencia.
En cualquier caso, su uso o no determinará el nivel de confianza existente en el país y en el agente responsable de la propuesta.