Millones

La danza de los millones no tiene comienzo ni final, su ritmo infernal nos tiene en babia. Contados en millones, la tal revolución permitió que vuelen los dólares y la réplica, buscando su final, fue millones de sí. Contrarrestando la infame revolución de la que se habla en pasado, exceptuando unas pocas voces disonantes que, por su propia seguridad, desvergonzadas, insisten en que aún está viva.

Millones de votos dispensados por un pueblo optimista en un cambio, ofrecido, pero en vilo que ya se estima nunca se dará. Parece que la voluntad del pueblo, piensa, quien cumple su mandato, que son sólo votos, papeletas con siete grandes sí, que pueden esperar su ritmo.

Sus manos atadas por representantes de una época pasada, la necesaria transformación a ritmo de espera con sonrisas Zen y voz calmada. Mientras, las palabras de quienes lo mantienen captivo retumban en los medios, demostrando claramente, que en el fondo, todo sigue igual, que la revolución sigue en pie, que los países del siglo XXI, enfundados, sus líderes moribundos en disfraces de héroes, se mantienen fuertemente unidos, seguramente, por el miedo a que las verdades desborden las voluntades de los millones quienes confiaron, una vez más, su voto libre y voluntario de aliento para que cumpla la oferta e inicie, finalmente, una revolucionaria lucha contra la corrupción y contra sus fieles milicias defensoras.

Millones de billetes, sí, también, millones, en números mucho mayores al de votantes en las urnas, pararon en bolsillos alegres, danzantes y atrevidos, muchos más por descubrir, mientras la justicia se debate entre su esencia de implacable persecución o un cómodo olvido, sustentado en la confusión y el tiempo que pasa irrefrenable, sin el indispensable cambio de quienes pretenden que el pueblo no ve su indefendible situación de prisioneros de ideologías o cabecillas con la razón perdida.

Es una danza inconfundible. Quien no vea a través de los siete velos, se vendó conscientemente sus ojos o, no quiere ver por comodidad o seguridad de su actual posición, por ambición de más dinero o poder, del cual luego es difícil desprenderse. Quienes dieron un no o más, fueron adoctrinados abusando de su ingenuidad y desesperación, sólo así, se entiende ese triste porcentaje de voto. El ritmo de la música es loco pero el fondo es de una vocecilla pacífica, que repite millón de veces las promesas y no las cumple. Una danza de millones de votos, voces que no se escuchan y, millones de billetes que andan por ahí bailando felices porque la justicia escucha una voz de fondo que no se da cuenta que el micrófono ya no le pertenece, que es de otro, que él propuso y que luego insulta y trata de traidor a la causa.

La consecuencia, los billetes volantes y los votantes a quienes no se respeta, después de todo, la realidad es que los del decadente ayer son los mismos del dudoso hoy con la sal y pimienta del vuelto a vida del anteayer, con la certeza absoluta de que nadie trabaja tanto por nada.

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