Terminará en sesenta días el gobierno correísta con créditos urgentes solicitados a China, como el país acreedor más fuerte, porque a febrero-2017 alcanzó ya el monto de USD 9.930.5 millones, sin considerar las ventas anticipadas de petróleo. Cerrará sus diez años y medio-período inédito de gobernante alguno, y de haber gozado de la abundancia de ingresos fiscales más grande de toda nuestra historia republicana. Además, hay que agregar a esta deuda pública externa las cuentas de pago a organismos multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo- BID o la Corporación Andina de Fomento –CAF-. Esa cifra grande, será una valla económica real para que el próximo Presidente de la República continúe ejecutando tanto las obras públicas programadas, así como atienda mensualmente el gasto corriente en el cual constan los 250 000 burócratas que incrementó en los últimos cinco o seis años. Esta evidente necesidad de dinero ha sido nominada como deuda interna y se la obtiene a través de la emisión de bonos de corto plazo que seguramente comprará el IESS con dinero de su ya esquilmado presupuesto, así como del Banco Central, las dos entidades que reciben a cambio los papeles-bonos de corto plazo porque se pagan solamente a un año.
La cifra real está en el crecimiento de la deuda interna que llega a 1 745 millones a escasas ocho semanas de la sucesión presidencial, aclarando que estas operaciones se hacen emitiendo bonos al mercado en una cifra grande que llega a 39 883 millones y que representan el crecimiento de 4.83% en dos meses, con lo cual está muy cercano del límite máximo constitucional del 40%, porque ya cubrió el 39.6% del Producto Interno Bruto-PIB. El Régimen tuvo el privilegio de haber gozado de ingresos que no se repetirán en mucho tiempo próximo o quizá nunca más.
Por último, hay que citar un estudio realizado por Augusto de la Torre y José Hidalgo que se ha sido difundido por Cordes, en el cual se afirma que “la economía del Ecuador se encuentra apresada en una trampa compuesta por tres tenazas que serían: una situación fiscal inviable, una contracción económica y una moneda sobrevalorada en términos reales”. Con estos elementos, el próximo gobierno afronta una realidad demostrativa de una crisis social que ya se vislumbra en el empobrecimiento creciente de sectores populares desplazados de sus sitios de trabajo que inciden en menos ingresos al IESS, y baja de niveles de consumo diario empezando por la alimentación, luego el vestuario, y por fin, el empobrecimiento creciente de la población subocupada y más aún de la desocupada. El efecto visible de esta realidad es el aumento de ventas ambulantes de vestimenta popular, y también de alimentos que ofrecen a toda la población que transita en las calles y en los locales comerciales.