Opacidad

Las imprudentes declaraciones realizadas por el ahora ex-Secretario de la Presidencia han revelado a la opinión pública una supuesta práctica política de tramoya. En el escenario se ejecuta una obra de acercamientos, diálogos e indignación por el saqueo; pero tras los telones se tejen los verdaderos acuerdos, los que no incomoden, los que permitan capear el temporal con el menor número posible de pérdidas, los ardides para continuar presentándose como los adalides de la lucha contra la corrupción aunque, como lo reconoce el ex-funcionario de marras en las grabaciones filtradas, saben que importantes cuadros del gobierno anterior están embarrados hasta el tuétano en manejos obscuros que les permitieron saciar su avaricia. No sólo eso, en los audios se habla de favores otorgados con dinero del erario público, que consistirían en poner a personal acreditado en una embajada del exterior a servicio de un ex-mandatario. Aquello, de ser cierto, sería inaceptable. ¿Cómo calificarlo?
¿Reciprocidad? Pero más aún. Se menciona que la convocatoria al diálogo será para escuchar a la oposición, pero que al final no se piensa ceder en nada. ¿Acaso el proyecto de reforma tributaria enviado a la Asamblea Legislativa fue una muestra de aquello? ¿No constituyó un ensayo en que se reflejó que la actual administración no tiene en la cabeza nada diferente a la política económica implementada por su predecesor?

Lo sucedido coloca al actual Mandatario en una delicada situación. Corre el riesgo que buena parte de la población empiece a inquietarse por la veracidad de sus afirmaciones, principalmente esa masa crítica que genera opinión, así como que genere dudas entre aquellos que por el momento se muestran cautos esperando el desenlace de los acontecimientos, para definir si arriesgan o no sus capitales en el país.

Nada peor que un gobierno que no transmite confianza; y, con los sucesos comentados, el actual ha lesionado su capital político. Queda aún la posibilidad que, aunque estuvo estrechamente cercano al Primer Mandatario y lo acompañó en sin número de reuniones, las palabras del ex-Secretario sean efectivamente una interpretación propia y personal sobre distintos hechos y no reflejen la posición del Gobierno. Pero para demostrar aquello éste último tiene que actuar en dirección contraria a lo afirmado.

Quizá ésta sea la oportunidad para el punto de quiebre necesario y una reorientación del régimen sin ataduras de ninguna clase. El país necesita dejar atrás una institucionalidad atrapada en las redes de la anterior administración. En nada favorece insistir en que los encargados de sacar a flote la nave sean los mismos que, con admirable disciplina, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para hundirla. Estamos en el momento de tomar definiciones y sería saludable escuchar que se convoque a la nación entera a refundar la República, trazándonos un derrotero que no se aparte de lo que demanda la Constitución y la Ley, haciendo que impere un verdadero Estado de Derecho.

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