Siete jueces de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, elegidos a dedo por el chavismo, deciden sustituir a 167 diputados elegidos por el pueblo. Es la noticia que ha corrido como pólvora por todos los medios de comunicación del mundo y obliga a los gobiernos a definir su posición en defensa de la dictadura de Maduro, expresamente o con el silencio; o en defensa de la democracia pidiendo la realización de elecciones libres.
Los jueces chavistas han decidido otorgarse la capacidad de legislar tomando como base una declaratoria, hecha por ellos mismos, según la cual la Asamblea Nacional está en desacato. Dejando de lado las triquiñuelas jurídicas, el Poder Judicial le ha puesto al Poder Legislativo en un callejón sin salida al declarar que mientras esté en desacato sus decisiones son nulas. No es válida, para los jueces, la declaración de abandono del cargo en contra de Maduro y ni siquiera la desincorporación de los tres diputados de Amazonas, trámite que exigían para levantar la declaratoria de desacato. Esta fórmula se había acordado en los diálogos apadrinados por el Vaticano y el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
Desde esta semana Venezuela es gobernada por los jueces; ellos han declarado que asumen las competencias de la Asamblea Nacional mientras esté en desacato y que pueden dictar leyes o delegar esos poderes como lo han hecho otorgando a Maduro poderes ilimitados para burlar la Ley de Presupuesto; librarse de la Ley de Contratación Pública hacer importaciones sin controles; crear más impuestos y multas; expropiar empresas; nacionalizar la banca; militarizar industrias y comercios; incluso eliminar las elecciones.
Estos jueces, ahora gobernantes generosos, fueron el regalo que la Asamblea de Diosdado Cabello le entregó a Maduro por Navidad. Han sido sumisos, anulando cada decisión de la Asamblea, dominada ahora por la oposición, y legalizando cada capricho de Maduro; pero igual que le dan plenos poderes al caudillo, le podrían despojar de todos y dejar al Ejecutivo tan inútil como la Asamblea Nacional.
Tal vez el gobierno de los jueces sea una gota de agua, la que derrame el vaso del chavismo venezolano.
Los gobiernos democráticos de América Latina, de Estados Unidos y Europa así como la Organización de Estados Americanos, no ven otra salida que exigir la celebración de elecciones. El gobierno de Maduro ha desafiado al mundo armado del paraguas de la soberanía; cualquier crítica se considera intervención en asuntos internos y las presiones diplomáticas como amenaza de invasión. Los problemas de Venezuela ya rebasaron la política, al pueblo no le importa quién esté en el palacio de gobierno, quiere comida y medicinas.
El gobierno parece haber renunciado a resolver el problema económico pero no ha renunciado a la idea de mantenerse en el poder.