Una sola cosa
Son tantos los asuntos pendientes, que me imagino que ver la ‘To Do list’ de la Presidencia de la República en estos días debe ser como para tener un ataque de pánico. ¿Por dónde empezar? ¿Por qué darle prelación a esto y no a lo otro? ¿Con quién se cuenta para hacer qué y a cambio de qué? ¿Cómo tomar tal o cual decisión sin afectar el capital político? ¿Qué pasa si se prioriza la acción política por sobre la económica o viceversa? En fin, un rosario de preguntas cuyas respuestas parecen más trampas que soluciones. Preguntas que incluso respondidas correctamente pudieran conducir al error, en un escenario tan complicado como el actual.
Sin embargo, de lograrla, hay un sola cosa que el poder Ejecutivo puede tener la certeza de que habrá hecho bien y pasará a la historia por ello: acabar con la reelección indefinida. Es difícil pensar en una acción más loable (e inteligente) en este momento.
Me explico: seguramente, a quien le falte trabajo, el asunto de la reelección indefinida y sus consecuencias le parecerán física cuántica. Y tiene razón en pensar/sentir así. Qué puede importarle ahorita a un par de padres de familia que los vivos de siempre (y otros de nueva generación, porque se reproducen como hongos) quieran perpetuarse en sus cargos para medrar, cuando no tienen para pagar el arriendo ni comprar comida.
Pero quienes no vivimos esa necesidad extrema sí tenemos el deber (ejerzamos alguna vez el privilegio de ser ciudadanos) de detenernos a pensar y de difundir entre la mayor cantidad de personas cómo esa ‘cosa’ lejana que parece que no tiene nada que ver con la vida de la gente común, no solo sí tiene que ver, sino que es fundamental.
En el momento en que una persona se eterniza en el poder (de un pueblo, de una ciudad o de un país) las oportunidades, especialmente para los más pobres, solo decrecen a la sombra del latrocinio y los abusos de todo tipo. Una vez encaramados no hay quién los baje; por las buenas, al menos. No hay excepción (no me vengan con el ejemplo de Angela Merkel, porque ella gobierna en un sistema parlamentario, le está yendo tan mal que ha considerado convocar a nuevas elecciones y por muy bien que lo haya hecho, ya es hora de que dé paso a otros que ojalá sí puedan contener la arremetida populista en su país).
Y los que quieren hacer creer a la gente que al impedir la reelección indefinida se restringen derechos, o son tontos de capirote para razonar tan pobremente, o son perversos vivísimos que quieren seguir viéndonos la cara. Como aún tienen micrófonos y parlantes a disposición, todavía hay quien los escucha.
Por suerte no es difícil silenciarlos (son cada vez menos). Pero para lograrlo necesitamos un Ejecutivo dispuesto a hacer una sola cosa bien; es decir, lo único que tiene que hacer para pasar a la historia: acabar con la reelección indefinida. Que la fuerza lo acompañe.