A falta de la proclamación oficial de los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral que tal vez será el domingo o el lunes, hay algunos temas como materia de análisis.
Buscando una metáfora que explique lo que pasó con el proceso, llegó a mi memoria un texto que en su tiempo me dejó mensaje. Juan Gossaín, el experimentado escritor que fue durante 24 años el director y conductor del noticiero radial de RCN, nació en San Bernardo del Viento. La historia relatada recién en Diario El Tiempo, en un bello perfil, dice que tal vez Guillermo Cano empezó a publicar sus crónicas en El Espectador por el nombre de su pueblo más que por la calidad de los textos.
El nombre es mágico. En el libro La nostalgia del alcatraz (1989), que recoge las crónicas de Gossaín en la revista Semana cuenta que la selección de su pueblo fue a jugar un encuentro de fútbol en un poblado vecino. La cancha era en pendiente y el cuadro local se abrogó el derecho de correr con la ventaja del declive en el primer tiempo. Cuando los sanbernardinos, agotados y con la valla perforada, saltaron a jugar el segundo tiempo, con sorpresa advirtieron que el conjunto local se negó a cambiar de arco y la goleada fue de órdago.
La lejana remembranza, extraída de mi memoria amarillenta como el papel de un diario viejo, viene a cuento por las condiciones de inequidad de la campaña electoral. El local se mantuvo siempre con la cancha a su favor, cuesta abajo para su equipo y cuesta arriba para todos los rivales.
Alcanzar casi un empate técnico en esas condiciones en la segunda vuelta electoral no es cuestión de la magia de los ‘exit polls’ sino de una lucha tenaz y constante que hay que reconocerle al contendor ‘visitante’.
La cancha marcada se podría dibujar con todos estos elementos a saber: poderosa propaganda oficial a todas horas con grandilocuencia sobre la obra gubernamental. El aparato de los medios públicos (que son, en realidad, gubernamentales) al servicio de la candidatura oficial, sin equidad y con una campaña agresiva que se podría comparar con esa figura inventada del linchamiento mediático contra el rival. Recursos públicos, inauguraciones y hasta alguna entrega de obras con tintes de campaña, en tiempo en que corría el proceso electoral. Azotainas a los contendores rivales en las sabatinas y tres ‘candidatos’ en distintos sitios y multiplicación de tareas: Rafael Correa, Lenín Moreno y Jorge Glas. Y más de ello la inercia de diez años de gobierno son factores que jugaron a favor del oficialismo.
Guillermo Laso hizo una intensa campaña de segunda vuelta con altibajos en las encuestas y logró subir 20 puntos porcentuales, lo que supuso un esfuerzo colosal.
Alcanzó el candidato de Creo una unidad, no tan clara con el PSC, al que parece que le faltó convicción y despliegue y varias figuras de la izquierda que vieron la ocasión para derrotar al correísmo.
La historia dirá si la cancha inclinada jugó contra Lasso y si hubo árbitro independiente, que no haya pitado a favor de local.