Muchas son las razones que se han dado para explicar la decisión del Reino Unido de apartarse de la UE. Se ha dicho que la economía, que la pertenencia de Gran Bretaña a la UE iba en su detrimento pues recibía menos de lo que daba; es decir, una simple visión economicista y egoísta del proyecto integrador.
Que al dejar de pertenecer a la UE se liberarían 350 millones de libras esterlinas para la salud pública. Se ha dicho que el fenómeno migratorio afecta no solo la economía del Reino Unido sino su propia identidad nacional. Que la UE era muy condescendiente con la inmigración que afectaba a todo el bloque europeo y, en particular, a Gran Bretaña al permitir el ingreso de inmigrantes que, a juicio de los británicos, solo se beneficiaban de su tradicional estado de bienestar. Se ha dicho, por último, que la inacción de los partidos políticos proeuropeístas no persuadió al electorado a votar por Europa.
Pero hay algo que no se ha dicho y que es fundamental. La falta de verdaderos estadistas en la Europa actual y, por supuesto y principalmente, en el Reino Unido. Estadistas que fueron elegidos para dirigir sus respectivos estados más allá de la coyuntura política circunstancial.
El primer ministro británico David Cameron es el primer responsable. Se lanzó a una aventura innecesaria y, a la postre, negativa para su país en una perspectiva histórica.
Por la aspiración de mantener a su partido, el conservador, en el poder ofreció realizar este plebiscito que ha partido en dos a su país. Una decisión de tal dimensión no debe tomarse con una diferencia de dos puntos entre el sí y el no.
Y, además, si se tiene en cuenta que la participación en el referendo fue del 72% de la población y de que los jóvenes se expresaron en más del 75% a favor de mantenerse, mientras los mayores de 55 años de salir de la UE, el resultado no parecería legítimo. Quienes sufrirán de este desmembramiento más adelante serán precisamente quienes deseaban seguir formando parte de Europa.
Estas reflexiones sobre el liderazgo se extienden a toda Europa. Los países de la UE, salvo probablemente Alemania, carecen de estadistas que miren más allá de la coyuntura. Cameron, Hollande, Rajoy, Renzi, para citar algunos de los más influyentes, no tienen el peso ni la estatura para hacer frente a una coyuntura histórica tan compleja como la que vive no solamente Europa sino el mundo en diversos ámbitos. No pretendo comparar con personajes de la talla de Churchill, De Gaulle, Adenauer, Mitterrand, pero sí que tengan una visión de lo que conviene a sus pueblos en el futuro y no dejarse llevar por las conveniencias circunstanciales.
El resultado de esta debilidad es un retroceso histórico que afecta al mundo entero. ¡El mundo busca y requiere estadistas!