Días atrás, durante una tensa entrevista radial, el Ministro de Defensa Ricardo Patiño, por más de cinco años Canciller con gran influencia política en el gobierno, comentó temas de su gestión al mando de la política exterior.
Como algunas de sus aseveraciones son inexactas y pueden conducir a interpretaciones erradas por la opinión pública, conviene hacer ciertas precisiones de parte de ellas. Por ejemplo, la de la Academia Diplomática.
El presidente Correa asumió el poder en enero de 2007 y el canciller Patiño asumió las suyas tres años más tarde en enero de 2010. Antes de él hubo tres Cancilleres: María Fernanda Espinosa, María Isabel Salvador y Fander Falconí.
El ex canciller Patiño sostuvo en la entrevista, textualmente, que a su llegada encontró una academia diplomática “con un director, una asistente y alguien que hacia la limpieza”, en la cual simplemente se daban conferencias. Con esta afirmación deja en muy mal predicamento a sus antecesores quienes ya en junio de 2008 firmaron un primer acuerdo con el IAEN para cooperación en programas de posgrado y un segundo, el 8 de junio de 2009, más específico a fin de que el mismo IAEN dicte una maestría en Relaciones Exteriores como parte del XIII curso de la Academia Diplomática. Desde entonces se inició esta nueva y nefasta modalidad de capacitación de los noveles cursantes quienes recibieron algunos cursos, el último de los cuales terminó a fines de marzo de 2010 por decisión del Canciller Patiño, dos meses después de haberse posesionado. Si, como se deduce, en los tres años anteriores a su llegada no se hizo nada, Salvador y Falconí deberían reaccionar.
Que la vinculación con el IAEN no haya cumplido con las expectativas y que la Academia no haya funcionado como debía, ya es responsabilidad de este gobierno, no de la Cancillería anterior al correismo. ¡El pasado ya es este gobierno!
Solo en febrero de 2011, un año después de que Patiño se posesionara, se firmó el decreto 650 que transfirió la Academia al IAEN como Escuela de Relaciones Internacionales “José Peralta”. Del resultado negativo de esta decisión pueden dar testimonio los estudiantes y los numerosos directores que por esa función han transitado en una institución que hasta la fecha, como el Presidente lo sabe, no ha logrado consolidarse.
Este caótico manejo de la entidad encargada de capacitar a los diplomáticos, no para conceder títulos universitarios que no le compete, le ha conducido al fracaso y a una pobre preparación del Servicio Exterior desde 2007. Prueba de ello es que el sucesor de Patiño, Guillaume Long, ha decidido acertadamente recuperar la Academia Diplomática para la Cancillería, de donde nunca debió salir. En hora buena, otro fiasco y otro retorno al 2006…