La noticia “Yachay concede el doctorado honoris causa a Rafael Correa”, levantó polémica en las redes sociales. Hubo protestas, aclaraciones y el desmentido de esa institución. En su llegada a Ibarra, en una masiva manifestación de rechazo, una comparsa le entregó el “título”.
La reacción fue tal, que Correa, cuya intervención estaba anunciada para las cinco de la tarde, estuvo oculto hasta las ocho y media de la noche, en que llegó por un lado al sitio del acto, en auto cerrado, sin desfilar, protegido por más de cien policías. Recibió el rechazo de la gente y no pudo dar su discurso previsto.
Pero, más allá de la desastrosa visita de Correa al país, de la que salió mal parado, queda la pregunta: ¿Por qué su obsesión por recibir reconocimientos académicos como el doctorado honoris causa? ¿Por qué hizo tantos esfuerzos a través de la diplomacia y otros “contactos”, para que le dieran esas distinciones? ¿Por qué hizo llenar una pared del museo dedicada a su ego en el Palacio con los diplomas recibidos?
La respuesta es clara: Porque nunca se distinguió como académico, lo cual se supone su profesión. Fue por años un profesor mediano, sin destacado papel, sin publicaciones ni impacto nacional, peor internacional. Cuando llegó al poder, lo usó para buscar el reconocimiento que su vida universitaria no le dio.
Estudió en una universidad norteamericana donde usó una “vía rápida” para graduarse. Nunca pudo exhibir su tesis doctoral, sino unas pocas monografías mediocres e impublicables. En toda su vida, Correa apenas ha escrito un informe del PNUD y ha sido “compilador” de un libro. Tiene seis artículos y unas cuantas contribuciones a varias publicaciones. Ya de presidente lanzó: Ecuador: de la Banana Republic a la No República, un fracaso editorial, pese a las presiones de sus empleados para que circule.
Sin experiencia relevante, sin libros ni publicaciones académicas, sin los artículos “indexados” y la investigación científica que su gobierno pidió hasta a los modestos profesores de provincia, siguiendo las normas que él mismo implantó, no podría ser, no digamos rector, ni siquiera profesor universitario, inclusive del Yachay. Con ese “currículum”, Correa y su “colaborador” Ramírez perderían hasta los concursos de ayudantes de investigación.
El fracaso académico de Correa no importaría, si por ello no hubiera agredido y desmantelado con saña a la universidad ecuatoriana, víctima de su fracaso intelectual. Pese a que lo buscó con insistencia, nunca pudo ser profesor de una institución universitaria del exterior. Como no tenía calidad para obtener uno bueno, se palanqueó a troche y moche doctorados honorarios.
De gana hicieron escándalo por el honoris causa del Yachay para Correa… Tanto él como su costoso fiasco se lo merecen el uno al otro.