Ramírez, el depredador

Los déspotas siempre han atropellado la razón y han agredido a la universidad. La historia latinoamericana lo atestigua. Los gobiernos autoritarios han intervenido la educación superior, han anulado su autonomía y han reprimido su funcionamiento. El gobierno de Correa hizo precisamente eso y para ello contó con una partida de depredadores al mando de René Ramírez. Hace diez años, las instituciones superiores necesitaban una urgente y radical reforma. Por ello fue popular la intención de Correa de realizarla. Pero, aunque al inicio tomo varias medidas necesarias y convenientes, pronto se impuso el proyecto vertical y autoritario que en nombre de reforma, centralizó y manipuló el sistema de educación superior y sus instituciones, violó su gobierno interno, acalló la crítica y restringió el ingreso de los bachilleres.

Ramírez dirigió el operativo de aprobación de la Ley de Educación Superior (LOES) a base de un proyecto escrito por su esposa, que no tenía otro mérito que haber sido pagada para ello. Se suprimió la autonomía universitaria con el argumento de que debía ser “responsable”, se creó un organismo nacional de dirección, el CES, sin representación de la comunidad universitaria, y uno de evaluación que tiene ingerencia del presidente de la República. Se creó una secretaría (es decir un ministerio) de Educación Superior que concentró el poder real, contra lo establecido en la Constitución.

Se impuso un modelo único para el gobierno de instituciones públicas y particulares sin respetar su naturaleza y se eliminó la participación democrática interna. Se eliminó, por ejemplo, la elección de decanos, con un esquema vertical y clientelar, a imagen y semejanza del correísmo. Se burocratizó y rebajó la calidad en los programas y los títulos, haciendo del doctorado, no base de la investigación, sino requisito burocrático para ser autoridad. En vez de reformarlo, se destruyó el sistema de institutos superiores y se creó cuatro “universidades emblemáticas”, sin autonomía ni cogobierno, que se llevaron la mayor parte de los recursos económicos y se trasformaron en una monumental estafa académica como el Yachay. Se “tomaron” el Instituto de Altos Estudios Nacionales y no pudieron institucionalizarlo, aunque Ramírez impuso como rectora a su cónyuge.

El ingreso fue centralizado, burocratizado y elitizado con un examen nacional inconsulto. Restringieron el ingreso a las universidades públicas y crearon una masa de casi medio millón de jóvenes sin acceso a la educación superior, cifra inédita en la historia.

¿Tolerarán el presidente Moreno y los centros superiores que Ramírez, el depredador, represente al Ecuador ante la Unesco en un acto de conmemoración de los cien años del movimiento de Córdova, que reivindicó la autonomía y la dignidad universitaria?

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