Correa: ¿Víctima y perseguido?
Ahora resulta que las acciones judiciales emprendidas contra Rafael Correa y varios de sus cercanos colaboradores por graves hechos de corrupción, que incluirlo en un juicio por el delito de secuestro en que dos acusados lo responsabilizan, son actos de persecución. Por ello Correa se declara víctima de la “politización de la justicia”, dice que se arma una tramoya en contra suya, de Glas y otros de sus adláteres, para llevarlos a la cárcel e impedir su participación política.
Se argumenta que, en su caso, como en el de Maduro o Cristina de Kirchner se ha desatado una “lawfare”, es decir “guerra legal”, como instrumento de persecución. Eso dicen los correístas que acuden a los locales judiciales a defender a su jefe, se supone que con argumentos, aunque no tardan en agredir a las víctimas de Correa, con actitudes que el mismo adjudicaba a “tirapiedras” y “terroristas”.Pero la verdad es que no hay tal persecución. Correa no es una víctima, sino un ciudadano que debe responder ante la justicia por sus actos, como cualquiera otro. Sería una irregularidad si los jueces dejan de interrogarlo o de procesarlo porque fue presidente, porque hay quien cree que puede volver a ser candidato, porque tiene mucha plata o porque sus abogados repiten que es objeto de retaliaciones políticas.
El fiscal general no es político sino un profesional de carrera que debe actuar como acusador de quienes son enjuiciados. Al pedir que se incluya a Correa en un proceso por secuestro porque hay testimonios que ofrecen indicios de que estuvo implicado, cumplió con su deber. No ejercía retaliaciones. Si mas bien hacía lo contrario, es decir no “tocaba” a Correa por ser quien es, hubiera “politizado la justicia” y “procedido con dedicatoria”.
La jueza de la Corte Nacional a cargo del caso ha hecho también lo que debía, justamente porque ahora los magistrados ya no tienen la espada de Damocles sobre sus cabezas y pueden actuar en derecho. ¿Podrá alguien decir que la presionan o amenazan quienes piden que Correa sea enjuiciado y, si es del caso, sentenciado jurídicamente? Es claro que no.
Correa y sus incondicionales se pasaron una década manipulando la justicia, usando los concursos para ubicar incondicionales, amenazando a los jueces, intimidando periodistas y dirigentes sociales, armando una estructura nacional para garantizar la impunidad y encubrir sus actos de corrupción. Persiguieron a muchas personas sin permitirles defenderse. Y ahora resulta que cuando esas personas ejercen sus derechos, se declaran víctimas de persecución.
Esto es el colmo. Aquí “las tórtolas están contra las escopetas”. Porque resulta que quienes buscan justicia son “perseguidores” y quienes han atropellado son “víctimas”. Correa y los suyos van a repetir eso a cada rato. Pero ¿la gente les va a creer?