Cada vez es más común encontrarse con ecuatorianos que rechazan frontalmente las políticas de Nicolás Maduro; incluso hay quienes califican el gobierno de Venezuela como una dictadura. Es difícil no sumarse a las voces de rechazo a un gobierno autoritario como el de Venezuela; es inhumano permanecer indiferentes frente a un régimen responsable de graves y masivas violaciones a los derechos fundamentales; es insensato no indignarse frente a la posición de nuestra Cancillería respecto de Venezuela. Ahora bien, de manera incomprensible, muchas de esas mismas voces que rechazan el autoritarismo en Venezuela, rechazan también la presencia de venezolanos en Ecuador. Resulta alarmante el incremento de la xenofobia hacia los venezolanos.
Los venezolanos no vienen a robar nuestros trabajos ni a abusar de nuestros servicios sociales. Vienen empujados por la pobreza, la violencia y la represión imperantes en el régimen de Maduro. Vienen en búsqueda de paz, de vida digna, y de libertad. Muchos venezolanos no han escogido migrar, se han visto forzados a hacerlo ante la escasez de medicinas o servicios de salud básicos. Es una cuestión de supervivencia.
Nuestra ley establece que será reconocida como refugiada en Ecuador toda persona que haya huido o no pueda retornar a su país porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la violación masiva de los derechos humanos, u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público. Aunque el gobierno se niegue a reconocerlo, la mayoría de venezolanos en Ecuador cumple la definición de refugiado y es nuestra obligación ofrecerles protección internacional.
No basta con presionar a las autoridades por un giro en la política internacional frente a Venezuela. Debemos exigirles estar preparados para enfrentar la crisis humanitaria de Venezuela. Más de un millón de venezolanos han llegado ya a Colombia. ¿Está preparado nuestro gobierno para recibir una ola migratoria de esa magnitud? Hay un plan integral para acoger a los hermanos venezolanos o están tramando ya deportaciones colectivas como ocurrió con los cubanos en 2016?
Conseguir que el gobierno cumpla sus obligaciones constitucionales parece un reto imposible. Lo que sí podemos alcanzar es un cambio en nuestra actitud hacia los venezolanos. Es cierto que nuestro país tiene sus propias necesidades, pero ello no impide que abramos nuestras puertas a quienes huyen de la violencia o que tendamos una mano a quienes buscan condiciones de vida digna. Si el gobierno no honra nuestra tradición como país de asilo, como sociedad podemos honrar nuestra tradición como pueblo solidario. Si nos indigna la situación de Venezuela, es hora de mostrar coherencia, no indolencia. Bienvenidos, hermanos venezolanos.