El azote del tráfico y el consumo de drogas crece día a día y se vuelve, cada vez, más dramático. La afectación a la salud, física y mental, de los consumidores, está a la vista. Vidas enteras destrozadas desde la juventud –desde la niñez- en que los consumidores luchan – o dejan ya de luchar por considerarlo inútil- por salir del infierno. La necesidad, cada vez mayor, les lleva a todo tipo de acciones para procurarse la droga que envicia y corrompe.
Buena parte del mundo emprendió en una lucha sin cuartel contra los narcotraficantes. Los países que siembran marihuana o coca han destinado ingentes recursos a ese combate, fumigando extensas áreas destinadas a la siembra. La amarga realidad es que hay más superficie cultivada hoy que hace años que se emprendió en esa lucha. Y también hay más consumidores, que no están, precisamente, en los países en donde se cultiva y procesa la droga. Son los países desarrollados los que demandan el mayor volumen de las distintas clases de droga y, entre esos, Estados Unidos tiene el mayor volumen y número de consumidores. Y alrededor de negocio tan lucrativo se han formado mafias que utilizan cualquier recurso para su ilícito negocio: bandas criminales, lavado de dinero, corrupción. Y una estela de muerte y terror que ha cobrado cientos de miles de muertos y desplazados. Colombia y México ilustran la tragedia. La guerra armada contra el narcotráfico no ha dado resultado y cada vez se argumenta más que la única manera de vencerla es legalizando la producción y el consumo y se pone como ejemplo lo que sucedió el siglo pasado en EE.UU. con el alcohol, cuyas mafias fueron derrotadas después de la legalización.
Ese paso, posiblemente el único que puede llevar, a largo plazo, a una solución, solo será posible si existen estrategia y acción mundiales. Acciones aisladas no dan resultado: se incrementaría el consumo a niveles incontrolables, en unos lugares, y los narcotraficantes seguirían controlando territorios enormes.
¿Es posible esa estrategia mundial? El presidente Trump critica el consumo legal y habla de pena de muerte para los narcotraficantes. Y de reducir la oferta, con lo que el negocio es más atractivo porque al no disminuir la demanda aumentará el precio. Entre los argumentos para construir el muro en la frontera con México está el de impedir el paso a los traficantes y a la droga, como si su poder pudiera eliminarse con un muro físico. No están en su agenda que disminuyan el consumo y la demanda desde su país. Lo que hay que impedir es que sea tan buen negocio que justifique organizaciones criminales sin límites.
Con esa y cualquier otra visión unilateral es imposible cualquier fórmula efectiva que, como la legalización u otra, requieren una acción concertada, global y de largo aliento, con sociedades comprometidas y gobernantes lúcidos.