La supuesta polarización del escenario político colombiano no se evidenció luego de concluido el proceso electoral presidencial. En su lugar existe un triunfador que representa, más que una tendencia, una acumulación de factores en los que destaca la falta de un consenso sobre el acuerdo de paz con las Farc logrado por Juan Manuel Santos; además, en distintos grados de intensidad, la vecindad y la migración que genera el gobierno de Nicolás Maduro.
Luego, por los procesos de la primera y segunda vueltas se puede apreciar que el ocaso del bipartidismo liberal-conservador es irremediable. Más que afirmar que Colombia es un país polarizado, a la luz de los resultados es fragmentado, dependiente de coyunturas y cercano a un péndulo que fundamenta el vaticinio de que el próximo gobierno será del centro hacia la izquierda. Es necesario añadir que es poco probable que surja el populismo como en otros países gracias al nivel de institucionalización y cultura jurídica.
Hay que recordar que cuando en una sociedad como esa se pretendió una concentración del poder empezando por el continuismo, este fue derrotado por la Corte Suprema que rechazó la posibilidad de una tercera elección de Álvaro Uribe. El gobierno electo ojalá logre superar la paradoja de que se puede crecer en economía pero no en desarrollo e igualdad social que signifique reducir los índices de pobreza, marginalidad y exclusión como prioridad. Es imposible lograrlo sin un Acuerdo Nacional de por medio.
Perú con tesón y altibajos, con importantes números en sus cuentas macroeconómicas busca ese horizonte y en el Ecuador los grupos que representan la derecha y a la empresa privada están convencidos de que la varita mágica está en la economía y eliminar el inflado gasto púbico. Desconocen que en el Chile de “don Augusto” no se reformaron las leyes de la reforma agraria ni la nacionalización del cobre, así como tampoco que en los gobiernos de la Concertación se cambió la constitución de Pinochet de 1980. Por eso, produce depresión observar a los derechistas nacionales imitando con su maniqueísmo a los comunistas de la época de la Guerra Fría.
Desde Ecuador, estabilizado el nuevo gobierno colombiano y terminado el Mundial, dos temas cruciales están en la agenda inmediata. Primero es ensayar una estrategia bilateral sobre la situación venezolana; luego, aceptar y actuar con mutua responsabilidad en la seguridad de la frontera entre los dos países.
En la nueva situación colombiana, la primera muestra de la inteligencia ecuatoriana estará en la conformación de una representación diplomática en Bogotá del más alto nivel. En caso contrario, se daría la razón al periodista ruso ecuatoriano en el Mundial de fútbol que cuando mandaba dijo que la diplomacia es un nido de “momias cocteleras”.