Allá por los años 70 los colombianos conocían al país hermano como la “Venezuela Saudita”. Entonces, este país fue la fuente de ingresos de miles de colombianos que cruzaron la frontera en busca de una mejor vida. El proceso se ha invertido dramáticamente. A lo largo de la frontera entre ambos países –de 2 200 kilométros- ingresan diariamente 37 000 personas. Colombia ha recibido hasta la fecha alrededor de 600 000 desplazados, algunos con la llamada Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF) cuya vigencia se terminará en breve. Este pase ha permitido que ingresen para trabajos temporales; a su vuelta muchas veces lo ganado se queda en manos de la Guardia Nacional Venezolana, según datos del periódico colombiano “El Tiempo”(11.2.2018). Al parecer, los despojos ocurren en ambos lados; la vulnerabilidad de estos seres humanos es inaudita. La tragedia humanitaria quizás sea la más grande de la historia latinoamericana.
Han dejado el país 4 millones de personas en la última década. Sin embargo, el problema es regional y debe ser resuelto en conjunto. Ecuador, es el tercer país de recepción de venezolanos, le anteceden Perú y Chile. Según la Organización de Migraciones Internacionales, nuestro país recibió 8 901 venezolanos en el 2015, para el 2017 la cifra subió a 61 138. Existe a la fecha un convenio de visa de trabajo de un año de duración, renovable una sola vez. Nuestro paisaje humano ha cambiado en ciudades como Quito en donde la “venezolización” es notoria. Preocupa, sin embargo, los procesos de xenofobia cada vez más acusados, una constante que vivimos en los 70 con los chilenos de ambas facciones políticas (allendistas y pinochetistas) o la de cubanos al inicio del período presidencial de Correa. Preocupa sobremanera la falta de una política migratoria emergente que procure la inserción de esta población que si o si ingresará a Ecuador a pesar de cualquier control migratorio. Cómo no, si la inflación en Venezuela es del 2 600 por ciento y el salario mínimo vital es de USD 3. La escases de alimentos y medicinas ha sido cubierta por todos los medios de comunicación; las fotografías y foto-documentales lo atestiguan a diario. Entonces, cuando la canciller colombiana María Ángela Holguín declara que Colombia está lista a recibir a sus vecinos en el marco de la regularidad y la legalidad, suena bien pero la realidad y los tiempos son otros. La gente muere de hambre y depresión.
Entonces, qué hacer cuando cientos de ecuatorianos han vuelto al país tras el endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses, en busca de fuentes de trabajo y condiciones de vida aceptables. ¿Cómo “compartir” el trabajo, la habitación, los espacios de ocio con esta nueva e inesperada población que también requiere de alimentos, educación y atención médica? ¿Cómo vivir la solidaridad?