Sí, fue un día miércoles, ese 28 de octubre, cuando el Presidente de la República invitó a un debate televisivo, a tres de sus detractores, en torno al asunto económico del país; a él lo acompañaron dos dignatarios públicos especialistas en la temática.
Causó expectativa el convite, buena intentona, pero con errores organizativos de envergadura y exigua teleaudiencia; convocatoria fallida, pobrísimo interés de la mayoría de los televidentes que prefirieron otras programaciones, con menos desgaste intelectual, seguramente, tras sus jornadas de exigente trabajo o, quizá, el hastío de tanta habladuría, mentirillas y esa politiquería barata que emponzoña nuestro medio.
Se revalida lo afirmado con el rating que publicó, en Facebook, el periodista Andrés Carrión: los canales de TV que transmitieron el evento: Gama = 2.8, TC = 6.7, EcuaTV = 3.0; otros programas, a la misma hora: La voz Ecuador = 6.6, En carne propia = 17.3, Combate = 11.3. Solo pocos ingenuos pensamos que era un suceso que atraería muchedumbres, pero… pruebas al canto, a la mayoría de los conciudadanos, poco o nada, no les interesa estos asuntos.
Más allá de examinar el contenido técnico y los datos expuestos por los actores -de eso ya se encargan los “analistas”-, aquí nos permitimos ciertos juicios, observando elementos que provocaron un mal dormir, luego de casi dos horas de programa, con un explicable sinsabor y preocupaciones varias. Cifras pertinentes: del tiempo total de 89 minutos que duraron las intervenciones, un 45% utilizó el Presidente; la suma de las participaciones de los tres antagonistas fue del 49 %; y, apenas, un 7% fue de los acompañantes del Mandatario que, mejor, no hubieran ido, porque casi nada aportaron.
Los protagonistas: el moderador de actuación deficiente, casi nula, llevó un libreto preparado que pretendía, más, interrogar a los llamados opositores; Pozo: sereno y enfocado en cifras y hechos, casi objetivo, aceptable participación, sonrisa mordaz durante la intervención de Rivera; González: nervioso, boca seca, sesgado a lo político, con escandalosa demagogia; Dahik: el reaparecido, apegado a repetitivos argumentos, pobre intervención; el Presidente: inteligente, sagaz, exhibió -similar a Pozo- una sarcástica sonrisa en la alocución de sus detractores, aún debería -¿podrá?- frenar su temperamento.
A pesar de este -casi- fracaso, los debates, o como se los llame, con el Mashi Correa, deben continuar, eso sí, con drásticas mejoras en su organización. De esta primera experiencia, todos aprendimos. Hay temas de variada índole que tienen aún que confrontarse; existen, aunque escasos, personajes idóneos, con criterio adverso al Gobierno, a los que tendría que convocarse; evitar, al máximo, aquellos fracasados politiqueros que pretendan, gratis, un pedestal político.