Me sugirieron que la experiencia del debate-conversatorio del miércoles 28 de octubre pasado entre el Presidente de la República y los tres analistas económicos con visiones diferentes a la del Gobierno quede registrada de alguna manera. Dejar sentado este tema a través de un medio de comunicación, sin duda, es la vía idónea. Habiendo sido partícipe en este evento, puedo rescatar algunas reflexiones.
Lo bueno es, por ejemplo, que el país conozca una visión distinta a la oficial sobre el estado de la economía ecuatoriana, sus debilidades, los errores cometidos, los cambios que deben hacerse según otros análisis. Con tanta publicidad y propaganda del Gobierno, con las consabidas sabatinas, el monopolio de medios de comunicación televisivos, radiales y escritos, es mucho más complicado que el país conozca otra lectura aparte de la oficial. El otro elemento positivo es poder expresar al Presidente de forma respetuosa pero firme la lectura que tenemos muchos ecuatorianos sobre la realidad de país, pues una discusión de ideas debe hacerse sin temores, sea quien fuera el contertulio.
Entre los temas malos se puede citar la falta de aceptación de errores por parte del Gobierno. Así se demuestre que 2 más 2 es igual a 4, pues el Presidente o sus ministros se idearán la forma de sumar 5 o 6. Es una suerte de negación de la realidad, de la forma que una avestruz esconde la cabeza en la tierra pretendiendo no ser vista. Un autoengaño oficial de la realidad de la economía y lo que muestran las propias cifras oficiales. Como se dijo en el debate, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y, lo más dañino de esta actitud es que cuando el agua entre a la boca se verán forzados a adoptar las decisiones que se les dijo siempre con todos los costos que ello implicará por no rectificar a tiempo o, morirán ahogados, situación que nos afectará a todos. O no se entiende el problema o simplemente no se quiere entender. En cualquiera de los casos es una profunda preocupación.
También se puede citar los temas feos del debate. Entre ellos está el absoluto desbalance en el tiempo en que participamos los invitados y el tiempo dispensado al Presidente. En mi caso particular el tiempo fue de 6 a 1. Asimismo, la forma en que actuó el moderador que, siendo afín al Gobierno, no se cuidó ni en las formas ni en el fondo. Toda una parafernalia de imagen con el librero atrás del Presidente tratando de otorgarle un respaldo académico supuestamente ausente en los invitados así como un grupo de estudiantes permanentemente arengados por el Presidente a que lo respalden.
El resumen fue que van a resolver los problemas con creatividad, que el Gobierno recibe elogios de todas partes y que lo actuado es correcto. Como señalé, salí más preocupado de lo que entré.
Columnista invitado