El menú está a la vista, demasiado amplio. Platos complicados, extrañas mezclas, con un ingrediente básico: la desesperación de protección de los verdes, su futuro ya no es tan incierto, se les espulgará hasta la raíz. Ayuda la ceguera de los comensales, se atragantan de cualquier cosa. Luego, si no les toca el pedazo de la suerte, se arrepienten, cuando el estómago se les retuerce y es demasiado tarde. Los platos ofertados son como el arcoíris, colores, apetecibles, en apariencia. La glotonería, que nos llevó a sentarnos en esta mesa, nos ciega la realidad: todo es lo mismo. El o la primera en la lista de ingredientes, en algunos casos, llama la atención pero, si revisamos los condimentos, encontraremos ají, ese que inicialmente parece delicioso y después nos descubre botando humo por las orejas. Escoger entre tanta delicia, no es fácil, el malestar estomacal durará si no decidimos bien. Hay vecinos de mesa que demuestran las consecuencias. El plato que comemos a diario nos tiene en crisis, doraron las sensaciones con hermosas posibilidades, pero sigue siendo el mismo ingrediente principal.
¿Vamos por más? Discutiremos las posibilidades, cansados del horrible sabor de boca, amargo, desagradable hasta causarnos náusea y, qué decir, cuando lleguen los estragos finales y nos mantengan doblados, paralizados, queriendo morir. Nunca pensamos en las consecuencias, las sentimos después, cuando se nos ha pasado la complacencia de creer que no nos iba a llegar a todos. Nos llegó a todos, sólo algunos, los afortunados, porque tenían los secretos de la receta salieron victoriosos, con el estómago y las manos llenas. En serio, ¿vamos por más?
Insisten, al más puro estilo capitalista, que vayamos por más. Otros, quieren diferenciarse, ofrecen el combo ganador, atórese con un plato de lo mismo y, la gran ganga, acompáñelo con un encubierto más de lo mismo. La única diferencia es que más de lo mismo, tapadito, como el ingrediente de las recetas que nadie ha solicitado en días y hay que cambiarlo de tal forma que sea apetecible. En esencia, es lo mismo, hará el mismo daño, combinación explosiva. Mezclas extrañas en un menú de locos, poco respetuoso, demasiado extenso. Si se intenta entender las causas del envenenamiento, será demasiado tarde, la sentencia de muerte será segura para la mayoría y se salvarán sólo aquellos que, maliciosos, descubrieron el ingrediente mágico de la protección en el revuelto de más de lo mismo en cada plato. En este revoltijo de ingredientes, extrañas uniones, imposibles de imaginar, en serio, ¿vamos por más?
Creo, que los conscientes, patriotas y arriesgados, no irán por más. Pedirán un menú diferente, transparente, con ingredientes presentados con el mismo respeto que merecen los comensales.
Con la pureza del sabor de la verdad, la transparencia de no encubrir nada y la claridad de que las extrañas mezclas sólo esconden los sabores verdaderos.
No. ¡No vamos por más!
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