Como dijo alguien tenemos 365 días para estrenar… Aventuras, experiencias, alegrías, nuevas amistades, paisajes desconocidos, retos, dolores y adioses,..Depende de cada uno de nosotros cómo queramos vivir cada día…Si sentados en el inodoro de la autocompasión o mirando de frente y agradeciendo cada mañana ver un nuevo sol.
Somos menos que un instante en el cosmos. Dios, el big bang o el Mago de Oz o el azar nos regaló la vida. Millones y millones de espermatozoides corrieron desenfrenadamente para fecundar ese óvulo que nos permitió nacer y el, regalo fue este planeta azul lleno de plantas, flores, ríos, mares, animales frutas, amaneceres y atardeceres.
El regalo incluía la capacidad de amar, la ternura, la alegría, la risa….
En el principio no, existían fronteras, ni armas ni hambre. Todo era para todos… con el correr de los siglos nos fuimos convirtiendo en depredadores, adoradores del dinero, egoístas y macabros…
Pero así estamos… Sin embargo, todavía tenemos la libertad de escoger nuestros pensamientos, y por ende nuestras emociones…Todavía tenemos la capacidad de deslumbrarnos con un atardecer dorado, estrechar una mano con cariño, acariciar, sonreír, compartir con amigos, reconciliarnos con los que consideramos enemigos, vernos como hermanos-humanos, aceptar los dolores y el paso del tiempo. Por más años que vivamos siempre seremos un instante. No lo desaprovechemos.
La única verdad, monda y lironda, es que nacemos desnuditos y nos marcharemos ídem, por más ropajes con que nos adornen en el ritual final. La vida me ha enseñado que no somos dueñas de nada .Que todo nos ha sido prestado, y que el último viaje será en solitario hacia una eternidad que no conocemos.
Nos recordarán por el legado de amor que dejemos. No por nuestras posesiones. Nos recordarán por el intangible que logremos grabaren el corazón de los que siguen… por las alegrías y carcajadas compartidas, por ese abrazo que necesitaba alguien cercano, por esas flores que enviamos en un momento de solidaridad… por todas esas cosas del alma que no se compran ni se venden pero que son las que perduran.
Le pregunté un día a mi primer terapista, un sacerdote católico alcohólico anónimo que significaba “un despertar espiritual” temiendo que de repente se me metiera un rayo de luz por una ventana…
Se quedó mirándome con esos ojos azules y sonriendo me dijo: “ El despertar espiritual es todo lo que tienes anestesiado por el alcohol y las drogas… la ternura, la alegría, la compasión, la capacidad de amar sin condiciones, la paz interior…”
¡Desde entonces no dejo de agradecer cada nuevo amanecer!