La revolución ciudadana nos prometió refundar la política, crear un nuevo Estado, reinventar las prácticas y los discursos; nos ofreció desterrar a la partidocracia y refundar una política participativa, transparente, ciudadana. Al cabo de ocho años esas promesas han sido archivadas y, cual una cruel venganza de la historia, se ha transformado en el Gobierno de una casta. Tomo el concepto de un amigo del presidente Correa, Pablo Iglesias, líder de Podemos, nueva fuerza política española, quien usa esta categoría para describir a la trinca política bipartidista que, según él, gobierna España y es responsable de su crisis.
Casta expresa con exactitud el carácter de la élite gobernante en el Ecuador. Es, por un lado, un grupo político: asambleístas, ministros, subsecretarios, asesores, burócratas partidarios apropiados del poder político en todos sus estamentos; no únicamente en el Ejecutivo, sino en todas las demás funciones, organismos autónomos, GAD y empresas del Estado.
La casta ha desplazado a la llamada partidocracia como grupo gobernante y hoy disfruta de las mieles y privilegios del poder. Son reconocibles: transitan en vehículos del Estado; a veces con chofer y guardaespaldas. Está conformada por miles de integrantes que hace ocho años posiblemente eran idealistas de izquierda, con una mano sobre la otra, y ahora han consolidado una cómoda posición económica que la succionan de la teta del Estado.
Pero la casta no es solo una trinca política, es también económica. Allí se enlistan decenas de empresarios, intermediarios, contratistas y demás actores económicos que a cuenta del buen vivir hoy amasan inmensas fortunas vinculadas a los negocios, inversiones, contratos y compras públicas. Tributarios de nuestro petro Estado, sus tentáculos son transnacionales.
La casta ecuatoriana se organiza alrededor de un caudillo y depende del éxito y autoridad emanados de Carondelet. Es piramidal y se sustenta en el culto a la personalidad del líder.
La transformación del correísmo en casta ha provocado su alejamiento del proyecto originario de la revolución ciudadana y su renuncia a los principios democráticos y garantistas de Montecristi. Antes eran idealistas que enarbolaban sueños de cambio, hoy son una casta que defiende privilegios. La casta precisa hoy reformar el texto constitucional y así, literalmente, robar la democracia a los ecuatorianos. Por ello, intenta abolir la alternancia, conculcar sus derechos y garantías, viabilizar que los militares repriman a los ciudadanos.
Que su líder permanezca indefinidamente en el poder es condición ineludible de su sobrevivencia y engorde. Así asegurará su acceso privilegiado y sin fin a los recursos de todos los ecuatorianos. Iglesias explica que la entronización de una casta político económica en el poder trae consigo la corrupción como forma de Gobierno. Ello lo pueden saber los españoles porque allí no existe Ley de Comunicación y tienen jueces independientes. Aquí, en cambio, rige una ley muy similar a la Ley de Prensa que Francisco Franco expidió en 1938 y la justicia tiene dueño.
@cmontufarm