Maduro no rectificará. Optó por huir hacia delante. Tras un recorrido en busca de recursos por varios países, incluida China, apenas consiguió algunos créditos y la vaga promesa de ciertas inversiones. Ya no le creen.
Desconfían del chavismo. Nadie ignora que esta patulea de incapaces, además de maltratar severamente a la población, y de convertir al país en un narcoestado corrupto –el más podrido de Latinoamérica, según Transparencia Internacional–, malgastó miles de millones de petrodólares. ¿Cuántos? La cifra supera el monto de todos los ingresos recibidos por el Estado desde que Simón Bolívar consiguió la independencia en el siglo XIX.
Si los chavistas hubieran sabido y querido gobernar razonablemente, tras una década del barril de petróleo a 100 dólares, Venezuela hoy sería un país del Primer Mundo y no la sociedad en donde se pelea a puñetazos para adquirir alimentos o medicinas.
¿Cómo llegaron a este desastre? Además del catastrófico padrinazgo cubano, siguieron los consejos de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, líderes de ‘Podemos’. Estos “expertos” académicos españoles –por más de 6 años, y varios millones de dólares recibidos por sus asesorías– llegaron a Caracas borrachos de populismo marxista, sin experiencia empresarial, convencidos de que la principal tarea de los gobiernos es igualar a las personas por abajo. Objetivo logrado con creces.
¿Qué pasará ahora? Me dice un experto en seguridad que el chavismo no marcha hacia una revolución o contrarrevolución política, sino hacia un saqueo nacional, monstruoso y definitivo, que llegará a los hoteles y las casas suntuosas, dondequiera que haya comida.
Venezuela va hacia el caos, regido por la ley del más fuerte, con 100 000 Kalashnikovs, pistolas y cuchillos empuñados por esos mismos que en 2014, asesinaron a 25 000 personas para despojarlas de teléfonos móviles, billeteras y anillos. Ahora, acompañados por una enorme turba, robarán lo que encuentren a su paso.
Eso fue lo que aprendieron de Hugo Chávez en aquellos paseos televisados donde este repetía el fatídico “exprópiese” ante cualquier bien que llamara su atención, mientras sus cómplices, vestidos de rojo, aplaudían. Chávez enseñó que en la selva urbana contemporánea no existen los derechos de propiedad. Sencillamente el dueño es quien tiene la pistola y está dispuesto a utilizarla. Menudo legado.Claro, Maduro todavía puede impedir este horror. ¿Cómo? Liberando a los presos políticos, al tiempo que convoca un diálogo nacional con la oposición –hoy con 75% de respaldo popular– para darle un vuelco a la situación mediante una inmediata reforma consensuada.
¿Por qué no lo hace? Probablemente, se lo impiden los narcogenerales temerosos por su bolsa y su vida, la legión de corruptos que prefiere continuar esquilmando al país, y sus mentores cubanos, que anualmente reciben miles de millones de dólares en subsidios y están dispuestos a pelear hasta el último venezolano por mantener esosvitales recursos.Atrapado en medio de esas fuerzas, NicolásMaduro marcha a paso firme hacia el precipicio.