En el Libro VIII de ‘La república’ –una lectura que comienza a tener inusitada importancia para el Ecuador de hoy– Platón hace una afirmación controvertida. Dice que el problema de las democracias es que se convierten, indefectiblemente, en dictaduras.
La larva de la tiranía crece en las entrañas del régimen democrático desde el mismo día de su nacimiento, precisamente porque otorga a los ciudadanos voz y voto sobre todos los problemas de la ciudad (léase sociedad), explica el filósofo griego.
Como ninguno es capaz de entender absolutamente todos esos problemas –porque son disímiles y complejos– las democracias tienden a delegar la solución de aquellos temas a personajes que, utilizando sus grandes habilidades retóricas, engañan a los ciudadanos, ofreciéndoles soluciones aparentemente buenas.
Pero lo que ocurre en realidad, argumenta Platón, es que esos líderes apelan a los sentimientos y no a la razón de los ciudadanos, alimentando en ellos pasiones negativas, como el odio y la ambición desmedida.
Aquellos líderes ganan popularidad perdonando deudas de otros y repartiendo tierras que no son de ellos. Quitan el dinero a los que más tienen para entregárselo a los más pobres pero, claro, reservándose la mayor parte para ellos, dice el autor de ‘Fedro’ y ‘El banquete’.
Esos son los mejores días del político electo porque la abundancia de recursos le permite ofrecer cualquier cosa en público y en privado, estrechar manos y compartir sonrisas con todo el mundo. Esta es la raíz a partir de la cual el político se convierte en tirano, dice Platón.
El futuro dictador utiliza a los ciudadanos que lo apoyan como ejército personal para atacar a cualquiera que se oponga a sus designios. También lanza acusaciones inescrupulosas, insulta y enjuicia a cualquiera que tenga ansias de libertad, explica el filósofo griego.
Pero el tirano muestra sus verdaderos colores solo cuando el dinero –que antes se repartía a manos llenas– comienza a escasear. Para conseguir fondos, el dictador empieza a imponer contribuciones cada vez más onerosas al pueblo, explica Platón. Ahí es cuando su popularidad comienza a declinar y cuando el tirano se convierte en una figura aún más autoritaria.
Para justificar su actitud cada vez más despótica, el tirano buscará guerras y enemigos que combatir y se rodeará de soldados extranjeros porque no confiará en los propios, dice Platón.
Sólo entonces el pueblo entenderá qué clase de hijo ha encumbrado en el poder; sólo en ese momento se dará cuenta que la liberación del yugo de los ricos que tanto había ofrecido el político electo se ha convertido ahora en un nuevo yugo, esta vez impuesto por el tirano que un día el mismo pueblo eligió, creyendo que él sería su única salvación.
@GFMABest