Elterritorio, como bien saben los lectores, es espacio de conquista, exploración y contemplación.
Cada época, en particular desde principios del siglo XIX hasta la actualidad, la representación del paisaje ha supuesto una puesta en escena de las sensibilidades y preocupaciones del momento vividas por artistas, políticos o científicos.
En pocos días se abre en la Galería de Ontario en Canadá (en el Museo de Bellas Artes) una magna exhibición que presenta 100 obras de todo el continente e incluye el trabajo de destacados pintores ecuatorianos, como Rafael Troya, Rafael Salas y Luis A. Martínez.
La muestra lleva el nombre de “Picturing the Americas: Landscape Painting from Tierra del Fuego to the Artic” (Retratando las Américas: paisajismo de la Tierra del Fuego hasta el Ártico).
En buena parte me siento responsable de la participación del Ecuador en esta muestra. Llevo años trabajando sobre el tema; desde mis primeros pinitos descubriendo, catalogando y analizando la obra de Rafael Troya hasta la muestra que tuve la pasión de coordinar y curar, auspiciada por el Museo de la Ciudad de Quito: “Escenarios para una patria: paisajismo ecuatoriano 1850-1930” (en 2008), cuyo libro-catálogo ha guiado la selección de obra que va a Canadá y posteriormente a la Pinacoteca de Sao Paulo, y las cédulas temáticas que escribí hace poco de un par de obras que acompañan el catálogo.
Por aquellas coincidencias de la vida, hace pocos días, volví a recordar en una charla que dicté en la Universidad Andina, uno de los capítulos célebres de nuestra historia del paisajismo, aquel momento en que destacadas figuras de la política y la cultura ecuatoriana -Juan León Mera o Luis A. Martínez- desde ideales e ideologías distintas reclamaban su conocimiento geográfico y agrícola, su buen uso, su protección frente a la voracidad de los vecinos.
“El círculo ambateño” de feliz recordación, hacía constantes exploraciones hacia la zona de las selvas amazónicas por Baños, imaginando posibles formas de transitar hacia esta, de apropiarnos de territorios que fueron “tierra de nadie” por muchos años.
Lo interesante y poco conocido del tema es que “los escenarios” para la construcción de la Patria se promovieron no solo desde el arte o la ciencia, sino también desde la literatura; pensamos en la primera novela ‘La Emancipada’, del lojano progresista Miguel Riofrío, ‘Cumandá’, de Juan León Mera o ‘A la costa’, de Luis A. Martínez.
El paisaje, su caracterización, fue central a la noción misma de hacer nación, tema que parecía no plantear los conflictos sociales por los que atravesaba la sociedad ecuatoriana. Creo fundamental armar una nueva exposición de paisajistas actuales, una re-visitación, no podemos siquiera imaginar la riqueza existente.
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