La utopía de las ciudades inteligentes

Las ciudades inteligentes se están convirtiendo en parte del discurso de las autoridades, así como de empresarios y ciudadanos. De hecho ya existen mediciones de las ‘smart city’, tal como hay ‘rankings’ de competitividad o de corrupción.

Estas listas miden temas como la economía, el medioambiente, la planificación urbana, la gobernanza, la tecnología,el transporte e incluso la proyección internacional que tiene una determinada ciudad.

Es, sin duda, una medición importante que transparenta la situación de una ciudad, el trabajo de sus autoridades y el compromiso de quienes las habitamos.

El tema está en debate, más aún luego de que la semana anterior se desarrollara en Quito un encuentro para hablar de ciudades inteligentes, con todas sus aristas. Allí participaron autoridades de Quito, Guayaquil, Cuenca, así como empresarios que daban cuenta de lo que se ha hecho, pero sobre todo lo que está por hacerse en la materia.

Fue interesante escuchar el interés de masificar, por ejemplo, los vehículos eléctricos o los servicios tecnológicos para beneficiar a los habitantes de las ciudades y mejorar la calidad de vida.

Una de las principales recomendaciones fue aprovechar la propiedad intelectual propia de cada urbe. Esto implica aprovechar la producción local, así como los conocimientos, investigaciones y desarrollos hechos por empresas y universidades. Es un asunto de mirar el entorno y ver qué está pasando, detectar emprendimientos e ideas que puedan proyectar la ciudad en la que vivimos.

Pero el factor determinante será siempre el ciudadano, con sus propuestas y sus costumbres (buenas o malas); con su inteligencia y su capacidad de pensar con el concepto de nosotros por delante, en lugar del ‘yo y mi metro cuadrado’. Hablar de ciudades inteligentes, entonces, puede sonar a utopía, pero hay que intentarlo. El primer paso es en nuestro hogar, para luego pasar al barrio, a la comunidad y a la ciudad que construimos todos.

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