La deuda con China no para de crecer, ni de impresionar y preocupar. Hace 10 años, según los datos del Ministerio de Finanzas, la deuda con el gigante asiático era de USD 7,1 millones. Para el 2011 pasó a 2 290 millones y en febrero de este año llegó a 8 322 millones de dólares según las cifras oficiales.
Son números astronómicas y difíciles de dimensionar para los ciudadanos de a pie. Para tratar de entender vale hacer un par de comparaciones. Así por ejemplo, la construcción del Metro de Quito tiene un costo de USD 2 009 millones y la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair (ya en servicio) costó USD 2 245 millones.
Es decir que con la deuda que se mantiene con China se pudo pensar en cuatro sistemas de transporte como el Metro de la capital o al menos tres hidroeléctricas con las características de la mencionada.
Ahora, nadie dice que endeudarse es malo. Asumir un crédito es una situación que la viven a diario ciudadanos, empresas y gobiernos. Pero sí es relevante tener claras las condiciones de una deuda.
Esto viene al tema a propósito de un nuevo crédito chino, por USD 1 000 millones, que se sumarían a los 8322 millones a los que nos referimos en principio. Según las autoridades este nuevo préstamo es a una tasa de interés de 2% y a 20 años plazo y serviría para la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas, afectadas por el terremoto ocurrido hace ya casi un año.
Lo que no está claro es si el monto a entregarse será en dólares o en yuanes. Además, el crédito -que llegará para el próximo gobierno- está condicionado a la contratación de empresas chinas que participan o participarían en las tareas de reconstrucción.
Estamos hablando de dos temas sensibles: el incremento de la deuda con el principal prestamista del Ecuador -que no está claro- y la recuperación de Manabí y Esmeraldas. Son dos asuntos que, como muchos, quedarán en manos del siguiente gobierno. Una papa caliente más que tendrá el nuevo presidente.