Santiago Maldonado tiene 28 años y nació en un pueblo agrícola, a 200 kilómetros de Buenos Aires. Desde hace unos meses vivía en la Patagonia, donde hacía tatuajes en una feria artesanal y se había solidarizado con el reclamo territorial de las comunidades indígenas.
El 1 de agosto participaba en una manifestación que fue desalojada de manera violenta por una fuerza de seguridad y desde entonces no se sabe más nada de él.
Esa desaparición conmueve a millones de argentinos y se ha convertido en un inesperado problema político para el gobierno de Mauricio Macri, que desde un primer momento rechazó que el joven haya sido detenido por las fuerzas estatales.
Miles de personas salieron a las calles de las principales ciudades el viernes 1, al cumplirse un mes sin noticias de Maldonado, luego de una creciente campaña en las redes sociales que incluyó hasta a la esposa del superastro del fútbol, Lionel Messi, cuyo reclamo en la red Instagram alcanzó a más de cinco millones de seguidores.
La histórica Plaza de Mayo de Buenos Aires fue desbordada por una impresionante y heterogénea muchedumbre, en la que predominaron jóvenes y también familias enteras, que nutrieron las columnas de las organizaciones sociales, llegadas de los barrios pobres de los suburbios.
Al caer la noche, la movilización terminó con enfrentamientos con la Policía que dejaron 30 detenidos y algunos destrozos. Un rato antes, en el escenario montado de espaldas a la Casa Rosada, sede de la Presidencia, dos hermanos de Maldonado se mostraron en compañía de un grupo de las ya ancianas Madres de Plaza de Mayo y de Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz en 1980 por su lucha pacífica contra la última dictadura.
Algunos de los manifestantes llevaban pancartas que hablaban de 30.001 desaparecidos, en referencia a que habría aumentado la cuenta de las 30.000 víctimas que, según los organismos de derechos humanos, dejó la represión de las Fuerzas Armadas en dictadura.