Los procesos políticos en el Ecuador suelen imitar a situaciones que se han desarrollado o se desarrollan en otras geografías. Es probable que en algunas de las campañas o gobiernos del Dr. Velasco Ibarra sus asesores o el mismo líder hayan querido parecerse al peronismo argentino. Si así lo pensaron, se equivocaron por cuanto es el caso respondió a una realidad urbano industrial donde la fuerza política del proletariado era un referente vital de la sociedad, mientras que el velasquismo siempre se desenvolvió en un marco urbano marginal de las ciudades.
Más tarde, es probable que el social cristianismo en 1952 y luego la Democracia Cristiana de 1964 aspiraron a seguir el cauce del PDC de Chile; sin embargo, careciendo de la coherencia ideológica en el primer caso y la solvencia cuantitativa en el segundo no llegaron a ser trascendentes referentes partidistas, mas allá de los mandatarios que por esas tiendas llegaron a la Presidencia de la República.
El neopopulismo o socialismo del siglo XXI ha tenido más resultados en la imitación. Ha seguido la huella del despilfarro kirchnerista, la sistemática demolición institucional del chavismo y el poder ilimitado convertido más que en un emblema en una obsesión.
Sin embargo, falta otro capítulo, a un año y semanas de las próximas elecciones generales en el Ecuador. Este lo constituyen los actores de la oposición que han iniciado sus propuestas con un llamado a la unidad electoral en varios tonos y calibres; por tanto, sin ninguna oportunidad para un resultado unitario. Las propuestas no son contrapuestas sino dispersas, en muchos casos egoístas y tontas. Y aunque no lo digan sus representantes, es muy difícil que acepten resignar posiciones en el agridulce banquete del 2017.
Por esos motivos, han empezado, casi desesperadamente a proponer candidaturas de unidad para obtener una mayoría legislativa en el Ecuador poscorreísta. Sus asesores -que saben tanto como los jefes que los contrataron- no han comprendido que el método D’hond y el sistema de los distritos en las principales plazas electorales, sumado al hecho de que para los escrutinios, no valen los votos nulos ni los blancos- otro regalo de Montecristi- los resultados son predecibles: la vigencia del régimen se prolongará por muchos años. Para el colmo de un escenario de disparate, solo nos salva de un destino político de claustro, la profundización de la crisis económica. Es decir, una sociedad que practica el masoquismo para lograr un futuro mejor.
En Venezuela, la MUD no se fraguó de la noche a la mañana. Nació como un producto de los excesos del chavismo en el 2006, se consolidó en el 2008 y dio un paso extraordinario al acordar que en las elecciones colectivas la oposición participe con listas únicas. Este proceso permitió que la Mesa de la Unidad Democrática alcanzara 112 escaños sobre 167. De ser cierta esta interpretación, se explicaría que en el Ecuador es difícil avanzar con una mesa de muchas patas y pocas sillas.