‘En esta sociedad enferma surgen personas como anticuerpos llamados a expandir la conciencia…”. (Alejandro Jodorowsky).
La reacción contra el ultracapitalismo y la fetichización y consumo de los objetos fue sentida temprano, a principios del siglo XX. Se agudizó por los años 60, agudización que se hizo patente en el arte. Algunos artistas empezaron a plantear la necesidad de buscar la naturaleza mística y sagrada de cada individuo partiendo de dimensiones rituales para elaborar sus propuestas. Había que transformar la sociedad y tratar el malestar social reivindicando la importancia de lo intangible, de la experiencia espiritual. A estos sentires se habían añadido otros que estaban en el aire, como el movimiento Dada o el teatro del absurdo. Jackson Pollock arrancaba con el action painting, John Cage con la música del azahar. En América Latina hacían lo propio Alejandro Jodorowsky, Lygia Clark, Ana Mendieta. Y siguieron otros ‘accionistas’ más políticos o ‘curativos’ en el Cono Sur que encontraron medios para denunciar -sin olvidar- a los miles de desaparecidos bajo los regímenes dictatoriales militares de las décadas del 70 y el 80.
Así, el arte y la vida se fusionaron; así, la dimensión ética cobró mucho sentido en la creación de los artistas que han dedicado su trabajo al arte de acción (procesual más que objetual). Un arte que dura lo que dura la acción y que requiere implicación, compromiso y participación activa por parte del público. Toda acción se registra videográficamente; algunas se replican en vivo en diversos sitios. También Ecuador entró a la cancha en los años 80, con artistas como Pablo Barriga, Unda, Jenny Jaramillo u Olmedo Alvarado. Lamentablemente, estas casi no se han documentado, comenta Fernando Baena, artista de acción y profesor Prometeo que ha organizado en Cuenca el primer Festival de Arte en Acción (FAAC) apoyado por la Casa de la Cultura y el Municipio de Cuenca. Este Festival se empata –me parece– con la tónica de la Bienal de Cuenca anterior o la Bienal
de Venecia del 2013.
Impecablemente organizado y realizado, el encuentro exhibió en diversos lugares de la ciudad, el trabajo de grandes estrellas como Roi Vaar, Santiago Sierra, Elvira Santa María o Alister Maclenan; los accionistas dictaron talleres y charlas a artistas más jóvenes; lo lúdico y festivo estuvieron presentes en buena parte del tiempo y la convocatoria fue sorprendente. Paralelamente, el mencionado Baena organiza el Archivo de Arte en Acción que buena falta nos hace y que servirá como una herramienta de estudio. Y yo añadiría, de evaluación, puesto que parecería ser que algunos ejemplos locales necesitan maduración, dejar de lado la politiquería panfletaria, nutrirse de una cultura general más abierta y expansiva y abandonar la inocencia.