Dígase lo que se diga, así la propaganda oficial lo cope todo, el modelo implementado hace diez años, sin el émbolo de los extraordinarios precios del crudo que acompañaron gran parte de este período, no camina. Los propios voceros oficiales han sido explícitos en señalar que las dificultades por las que hemos atravesado estos dos últimos años, ha sido por la caída del valor de nuestras exportaciones petroleras. Lo que no se dice es que la visión gubernamental no se ha apartado un milímetro de su tendencia estatista, lo que ha evitado que otros sectores de la economía tomen un papel preponderante en un momento en que las arcas fiscales quedaron exhaustas. Se ha buscado pasar el bache por la vía del endeudamiento, pero aquello tiene un límite cuando la capacidad de pago del país va disminuyendo, si se tiene en cuenta que poco o nada queda para amortizar el servicio de la deuda, cuando sueldos y salarios del sector público se toman en su mayor parte del rubro que ingresa al Estado por la recaudación de impuestos. Hemos pasado a un ejercicio de levantar dinero para inmediatamente atender obligaciones vencidas o por vencer, algo que de ninguna manera luce sostenible en el mediano plazo.
Ante ese escenario y a puertas de un nuevo proceso eleccionario cabe prever que, sea cualquiera que fuere el candidato triunfador, se verá abocado a tomar de manera inmediata medidas que busquen equilibrar las cuentas. De no existir un vuelco en las condiciones internacionales, y nada hace preverlo, poco o nada quedará en las arcas fiscales para continuar el ritmo frenético de contratación de obras por parte del Estado, muchas de ellas envueltas en procedimientos llenos de irregularidades que han desembocado en sendos procesos judiciales, con los consecuentes escán
Se tendrá que volver necesariamente la mirada hacia el sector privado, convidándolo a ser un agente preponderante en el accionar económico. Pero para ello se requiere reconstruir la institucionalidad que brinde certezas a los que arriesguen sus capitales. Habrá que reestructurar la administración con funcionarios cuya única preocupación sea el apego a la ley, que se encarguen de dar la razón a quién la tenga, que no estén temerosos de importunar a alguna autoridad que les pueda apartar de sus cargos. Así mismo, se torna indispensable independizar el accionar de las distintas funciones del Estado para que no dependan unas de otras.
¿Habrá la decisión de parte del candidato triunfante para transitar esa vía? ¿O será más de lo mismo? ¿Estarán las distintas fuerzas políticas conscientes del crucial momento por el que atraviesa el país para implementar los cambios que sean requeridos? ¿O nos encontramos a las puertas de un nuevo juego de toma y daca que ponga aún más en vilo la estabilidad? Por todo lo anterior las elecciones venideras no deberían ser un mero rito de consignar el voto. Realmente hay sentido en afirmar que lo que verdaderamente está en juego es el destino mismo del país.