No hay duda que el colapso de la partidocracia –el régimen de partidos-, se debió a que respondían a los intereses de grupos de presión y no a postulados que configuraban corrientes de opinión sobre los más variados aspectos de la conducción política del Estado. A la ecuatoriana, tal colapso venía a ser ‘el final de las ideologías’.
En consecuencia, ¿qué de extraño resulta que nos hallemos en el plan de practicar una democracia directa en la que la voluntad de las mayorías se exprese en consultas y referendos? Por limitaciones que pueda tener una buena parte del electorado de nuestro país, retomar el discurso de las oligarquías plutócratas nos llevaría a sostener lo indefendible: el desastre ecuatoriano debido a la ira de Dios.
Como cada una de las 10 preguntas de la consulta popular se sostiene en argumentos pensados y repasados por el Gobierno, que si fuera irresponsable no tendría por qué ponerse piedras en el camino, y ante la posibilidad real que una parte de la opinión pública se halle de acuerdo o en contra de tales razonamientos, me parece una barbaridad que la oposición se halle empeñada en promover el voto nulo, tanto más que hasta el momento se ha manifestado nula en proponerle algo al país como no ser volver a lo mismo de siempre.
Hasta tanto se realice el plebiscito, de lo que se trata es de opinar sobre cada una de las preguntas. En este artículo voy a referirme a una de ellas: “Con la finalidad de evitar la explotación laboral, ¿Está usted de acuerdo que la no afiliación al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social de trabajadores en relación de dependencia sea considerada un delito?”. Sí, sin pensarlo dos veces. Viene a mi memoria la opinión del muy ilustre Ing. J. Rubén Orellana, Actuario que fue del IESS hasta comienzos de los sesentas, cuando la noble institución no había sufrido aún el embate de los bárbaros: “Al paso que vamos, en menos de 50 años los dueños de buena parte de la riqueza nacional será de sus trabajadores. Habremos llegado a la justicia social”.
En menos de 50 años, en el supuesto que todos los ecuatorianos en relación de dependencia y porque así lo demandaba la Ley debían hallarse afiliados al IESS. Papel mojado entre nosotros la Constitución y sus Leyes Orgánicas. Tan es así que un industrial que vivía en el exterior y de tarde en tarde se hacía presente declaró con aire compungido que cerraría su fábrica si en caso se le obligaba a afiliar a sus obreros. Los precios de los productos que elaboraba ya no serían competitivos y el negocio dejaría de ser atractivo. Dejó de venir al país; había hecho una fortuna sin el dolor de pensar en mejorar la calidad de sus productos y sin percatarse, o porque le importaba un comino, que quienes trabajaban para él llegarían a una ancianidad desventurada sin la más elemental protección, esos viejitos pordioseros.