Opción por la democracia

Al demorar la proclamación de los resultados de las recientes elecciones, el CNE multiplicó las razones por las que el pueblo no confía en su trabajo.

Un tribunal independiente, respetable y serio no habría tenido dificultad alguna para explicar los eventuales motivos –imprevisibles- que exigían contar con más tiempo que el establecido para proclamar los resultados.

Desde cuando llegó al gobierno, el socialismo del siglo XXI se empeñó en destruir la institucionalidad existente y reemplazarla por otra que garantizara su permanencia ilimitada en el poder. Correa pretendió crear otro país mediante la imposición autoritaria de sus ideas y abolió los controles y contrapesos opuestos a sus designios. La sumisión de los poderes públicos a su voluntad omnímoda y el progresivo descubrimiento de escandalosos actos de corrupción colmaron la medida: la ciudadanía dejó de confiar en las instituciones del estado.

Siendo así, ¿cómo no pensar que las demoras del CNE hubieran podido obedecer, no a razones válidas, sino a maniobras para llevar las aguas al molino del gobierno y de sus candidatos? Si nada, ni siquiera la ley, pudo frenar a Correa en su ilegal e ilegítima campaña a favor del binomio oficial, si todas sus “rendiciones de cuentas” no fueron otra cosa que propaganda para promover a quienes ungió para sucederle, si era de todos conocido el sometimiento del CNE a la voluntad presidencial, ¿cómo no pensar que las demoras se hubieran debido a maniobras enderezadas a burlar la decisión del pueblo? Correa hará cuanto pueda para convertir la derrota en victoria y asegurar la subsistencia de la decadente ideología política que ha arruinado al Ecuador y a todos los países latinoamericanos que la adoptaron y que ahora, arrepentidos, sufren los dramáticos resultados de tal opción ideológica.

Ante estas realidades, lo único que le quedaba al pueblo era protestar en las calles y advertir que está listo a defender la democracia con todos los medios pacíficos a su alcance. ¡Y lo hizo!
La confrontación irresponsablemente propiciada por el gobierno hubo de ceder ante la multitudinaria y elocuente voz de la razón. Correa, primero, y el CNE, después, tuvieron que someterse a las matemáticas. La psicología de Correa no le permite aceptar como una derrota el pronunciamiento popular. Tercamente, seguirá ofendiendo a la oposición: ha llegado a decir que si el nuevo gobierno “se porta mal”, regresará para castigarlo.

Pero el socialismo del siglo XXI está herido de muerte y se bate en retirada. Los ecuatorianos se pronunciaron por la restauración de los valores democráticos perdidos. Tienen ahora un candidato único que, respetando todas las diferencias ideológicas, está resuelto a trabajar con ese objetivo común. ¡Unidos por el cambio!, debe ser la consigna.

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