Olviden a Siria

El Gobierno norteamericano parece encaminado a quedarse solo en su intención de atacar militarmente a Siria, como retaliación por haber empleado armas químicas en contra de civiles. Pero la opción de una nueva intervención militar norteamericana en un país extranjero ni siquiera debería estar sobre la mesa, por razones que los gobernantes de ese país insisten en ignorar.

La primera es por principio. Los gobiernos tienen la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos, no a los ciudadanos de otros países. De ahí que la primera pregunta que el gobierno de Barack Obama debería hacerse antes de decidir atacar, es si la situación en Siria pone de alguna manera en peligro a los ciudadanos norteamericanos. Hasta hoy ninguno de aquellos que en Washington apoyan una opción militar, han podido presentar un argumento convincente en tal sentido. Y si bien la comunidad internacional, a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), amplía el rango de acción de las potencias mundiales fuera de sus fronteras, en casos de extrema necesidad humanitaria, dichas acciones deben alcanzar un consenso que hoy no existe.

Y si bien es cierto es que al Gobierno norteamericano le gusta actuar como "llanero solitario", en conflictos extranjeros en los cuales no necesariamente tiene un interés económico o político directo -como en los casos de Kosovo o Somalia-, tales esfuerzos no le han servido para ganar simpatías alrededor el mundo, especialmente luego del fiasco de las invasiones a Iraq y Afganistán. Hoy ni siquiera dentro de los Estados Unidos existe apoyo para una nueva intervención unilateral en el extranjero, que no se justifique en un claro objetivo de seguridad nacional.

La segunda razón es económica. De la noche a la mañana los gobiernos de Occidente -al menos los que tienen alguna capacidad para intervenir militarmente en otros países- parecen haber olvidado que sus presupuestos exhiben hoy algunos de los mayores déficit de su historia reciente. Situación que los forzará a efectuar dolorosos ajustes internos y que deja un legado de deudas que a sus contribuyentes les tomará décadas pagar. Occidente simplemente no puede hoy costear una guerra, ni siquiera limitada, en ninguna parte del mundo.

Por otro lado, una intervención militar tiene el potencial de extender a otros países un conflicto hoy limitado a Siria y causar importantes estragos al frágil proceso de recuperación de la economía global, cosa que ya advirtió el diario Wall Street Journal en un reciente artículo.

Es hora de que el gobierno de los Estados Unidos -y otros de Occidente- dejen de actuar como los guardianes morales del mundo y prioricen la protección de sus ciudadanos y la solución de los problemas económicos que enfrentan casa adentro. La crisis en Siria es problema de los sirios.

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