Vladimir Villegas
El Nacional, Venezuela, GDA
Alí Primera cantaba en una de sus canciones con las cuales se dio a conocer entre la juventud de los años setenta que “no basta rezar” y que “hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”.
Nada más apropiado que esa estrofa de la canción para comprobar que de nada o de muy poco sirvió que el papa Francisco lograra el milagro de rezar en los Jardines de El Vaticano junto a Shimon Peres, entonces presidente de Israel, y Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. No bastó ese acto de compromiso espiritual a favor de alcanzar una paz justa y definitiva entre árabes e israelíes, porque a las pocas semanas ya todos vimos lo que pasó: este interminable conflicto sigue cobrando vidas, y esta vez hemos sido testigos de una ofensiva militar francamente desproporcionada. El olivo sembrado por Peres y Abbas ya debe haberse marchitado.
Salvo contadas excepciones, en el mundo se ha condenado lo que viene ocurriendo.
Mi madre Maja Poljak era una judía croata y debió huir a Venezuela junto a mis abuelos y mi tía Yanka para escapar de la carnicería fascista. En el cementerio de Zagreb están enterrados los restos de varios de mis antepasados asesinados por los nazis. Tengo, por lo tanto, sangre judía y no reniego de ella. He mantenido y mantengo una buena relación con la comunidad hebrea en nuestro país, que merece absoluto respeto, y espero seguir teniéndola siempre. Pero ello no puede ser obstáculo para que exprese mi decidido rechazo a esta acción militar en Gaza. Es imposible permanecer callado frente a ese baño de sangre.
Definitivamente, el silencio no es una opción.
Cuando se han producido acciones que sí tienen claro tinte antisemita las he rechazado con toda claridad. Pero no puede ser catalogado de antisemita quien se sienta adolorido, indignado y triste por lo que viene ocurriendo en la Franja de Gaza. La prensa internacional ha recogido dramáticas escenas que muestran las pérdidas de vidas, la destrucción de viviendas, escuelas y hospitales. Hasta el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha condenado estas acciones. Ni siquiera el Gobierno de EE.UU. ha podido permanecer indiferente y en silencio. Y a la condena contra estas acciones se han sumado algunos voceros de sectores judíos en varios países. La guerra, la muerte y la destrucción tienen que parar.
Mientras escribo estas líneas se anunciaba una tregua de siete horas para que los refugiados y desplazados regresaran a sus casas. Pero no había garantías de un cese de fuego definitivo.
¿Cuántas vidas más tendrán que ser llevadas al sacrificio antes de que se pueda alcanzar un acuerdo justo que permita al pueblo palestino y al pueblo israelí vivir en paz, respetarse y reconocerse? Israel y Palestina tienen derecho a existir como Estados independientes. El liderazgo mundial está moralmente obligado a una acción política y diplomática y buscar una salida definitiva aeste conflicto.