Fin de la OEA

El fin de la OEA no es imposible en el acelerado proceso de realineamientos internacionales y de la caída de potencias que desgastan poderío. Pero más allá de lo posible, ahora lo que interesa es saber su pertinencia. América Latina, sobre todo la del Sur, ya está en el empujón de un camino propio, y no la de anexo o puerta trasera.

Acabar con la OEA o con la Comisión de Derechos Humanos porque molestan a las posiciones de algún miembro no es lo pertinente sino el rol que cumple como sistema y las condiciones actuales de América Latina.

Su evolución ha sido notoria. Nunca pudo ser solo instrumento de EE.UU., ya que varios países de América Latina no siempre los siguieron, más bien buscaron legitimidad para sus acciones o posiciones a pesar del peso de EE.UU., sin embargo fue un sistema con la hegemonía de este país y frecuentemente funcional para apoyarle.

Pero América Latina desde los 80, ha ido modificando la relación interamericana. Volvió a la OEA secundaria al arreglar sus diferendos por vías propias, tal con Contadora para las guerras centroamericanas. Además, la OEA se latinoamericanizó en varios aspectos, incluso contrarrestando las posiciones hegemónicas, como aconteció con la Comisión de DD.HH. contra los dictadores del Cono Sur o Centro América, en mucho criaturas de EE.UU.

Ahora América Latina tiende a predominar en las decisiones, al fin funciona la dinámica de la mayoría. Desaparecerla entonces, ahora que el sistema puede estar fuertemente bajo control de la mayoría, es como derrotarse cuando se está logrando el triunfo. Es desperdiciar este esperado momento de llegada, privándole del podio.

Pero más allá de ello, la OEA ya no es obstáculo para el éxito latinoamericano. Es a América Latina ahora demostrar que puede integrarse y definirse por sí misma. Ha avanzado rápidamente estos últimos tiempos, caminando con perspicacia, pragmatismo y desechando discursos de una radicalidad no compartida por la mayoría de Estados. Si avances hay es porque al fin se reconoce el pluralismo y la diversidad, el mínimo a esperar en el ámbito internacional.

También, la OEA fue útil ante conflictos limítrofes y creando un sistema de derechos de la persona y de derechos sociales; después de todo, la lucha social tuvo su impacto en las instancias internacionales. Aún más la geopolítica no puede ser ignorada. Que plazca o no, somos vecinos, compartimos el mismo espacio continental. Esto conlleva el imperativo: debemos tener mecanismos para compartir metas, empezando por la elemental e inevitable de buscar buena vecindad, más aún en el mundo integrado que vivimos.

En el futuro, de no haber OEA habría que crearla. Más valdría no desperdiciar lo logrado, sino pensar con cabeza fría y optar por las redefiniciones propias al devenir del tiempo.

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