La semana pasada se publicó una columna titulada “Actualidad de gais y lesbianas”, en la que se afirma que existe una “ideología homosexual” promovida por una “campaña mundial bien orquestada y ricamente financiada”, que tiene como fin legalizar el matrimonio homosexual”, promover la adopción por parte de parejas del mismo sexo, y perseguir y castigar penalmente a quienes “opinan contra el homosexualismo”.
He defendido el derecho del autor a publicar y difundir su opinión, por ello considero inaceptable censurarlo o enjuiciarlo. Reconozco que realiza graves acusaciones a gais y lesbianas, desconoce los avances en materia de derechos humanos e insinúa que tienen como objetivo combatir a la familia para herir a la institución que “organiza la sociedad y alimenta sus valores”; que no respetan a los huérfanos al tratarlos como trofeos; que no permitirles adoptar es “respetar y defender a los niños”; o, que han herido a la sociedad por su “recorte o envejecimiento”. Matiza sus afirmaciones con un condescendiente llamado al respeto y protección de gais y lesbianas, sostiene que las “actividades homosexuales”, su “estilo de vida”, no son derechos humanos.
Dicho esto, ¿La columna es homofóbica? ¿Incita al odio o la violencia? Creo que no.
No me parece que muestre aversión, rechazo o repugnancia hacia gais y lesbianas, sí prejuicios y estereotipos que podrían, de no debatirse, alimentar el rechazo a un grupo importante de personas, considerando que el autor de la columna tiene una ascendencia social relevante sus afirmaciones podrían asumirse como verdades.
En los estudios se usa el término prejuicio para definir a las presunciones que subyacen a una actitud negativa frente a un grupo o una persona; en tanto que un estereotipo es “la visión o preconcepción generalizada sobre los atributos o características que los miembros de un grupo particular poseen, o los roles que juegan o deben jugar…”. Los estereotipos asignan a todos los miembros de un grupo características, virtudes o defectos, por pertenecer a dicho grupo.
Mi posición cambiaría si la columna contendría un discurso de odio o violencia, si tendría la intención de “intimidar, oprimir o incitar al odio o la violencia”. Ejemplos indiscutidos de esto son las proclamas nazis, las del Ku Klux Klan, los discursos de “limpieza étnica” en Bosnia o en Ruanda, o los ataques a cristianos en Egipto o Siria, por considerarlos blasfemos.
La profesora Benesch, de Harvard, propone criterios para identificar un discurso peligroso: la influencia del emisor, audiencia influenciable, amplia difusión del discurso, un contexto histórico y social favorable a acciones violentas y que su contenido sea entendido como una invocación a la violencia. No creo que la columna de Monseñor Ruiz cumpla con esas condiciones, espero que las respuestas que reciba tengan un espíritu democrático, respetuosas con la persona y de quienes piensan como él: el prejuicio se lo combate con información, no con censura, represión u odio.
@farithsimon