El próximo 31 de marzo se cumplen 100 años del nacimiento de Octavio Paz (1914-1998), uno de los poetas y ensayistas más destacados que ha tenido México y América Latina en lo que va del siglo XX.
Al igual que los grandes de la literatura, sus escritos no han perdido actualidad. Al contrario, con el paso del tiempo han adquirido una dimensión mucho más profunda y cierta. En esta ocasión, en lugar de comentar extractos de sus obras magistrales como el “Laberinto de la soledad”, “El arco y la lira”, “Signos en rotación y otros ensayos”, quisiera referirme a parte del discurso que pronunció Octavio Paz en la ceremonia de recepción del Premio Nobel de Literatura en 1990.
Lo hago porque resume buena parte de su pensamiento y su obra: la búsqueda del presente.
Esta búsqueda no implica la renuncia al futuro ni tampoco el olvido del pasado. El presente es el punto de encuentro de los tres tiempos. Es la antigüedad más antigua, es mañana y es el comienzo del mundo. Ser escritor, dice Paz, significa oír lo que nos dice ese presente (esa presencia).
Presente que ha sido posible comprenderlo a través de la lengua. En el caso de América, la lengua española fue el vehículo que permitió oír esa realidad. Es cierto que aunque esta fue arrancada de su suelo natal y tradición propias para ser trasplantadas en un mundo desconocido y por nombrar, poco a poco fueron haciéndose parte de las sociedades americanas, llegando incluso a transformarse. Si la literatura que se formó como parte de este proceso siguió unos derroteros específicos, es a partir de la segunda mitad del siglo XX que toma sus propias características.
Características que en el caso de Octavio Paz fue la búsqueda del presente real que antes no estaba en nuestros países. Era el tiempo que vivían, por ejemplo, los españoles, franceses, alemanes e ingleses. Momento de descubrimiento para Paz de una de las dimensiones de la literatura y en particular de la poesía. Esa poesía que está enamorada del instante y que se confunde con la idea de modernidad. La modernidad no como escuela poética sino como una tradición, como un linaje. Por un lado, la modernidad fue como una familia esparcida en varios continentes y que durante dos siglos sobrevivió a las críticas e indiferencia. Justamente, como comenta Paz, la modernidad al ser una tradición y no una doctrina le permitió permanecer y cambiar. Por otro lado, la búsqueda de la modernidad fue para Paz un descenso a sus orígenes. Lo que en un principio fue ruptura luego se convirtió en reconciliación. De ahí la frase de que el poeta es un latido en el río de las generaciones.
En esa peregrinación Paz se perdió y encontró varias veces. Descubrió que la realidad no está afuera sino dentro de nosotros mismos. No obstante, aunque estamos por abrazarla, se echa a volar y desaparece. Es el presente intacto. La simultaneidad de tiempos y presencias.