El Ecuador como país marítimo ha dado en la última época pasos trascendentales, que todavía no se los dimensiona en su real importancia; como significa el haberse adherido a la Convención del Mar, Convemar, represada desde hace 12 años por atavismos que no permitían que Ecuador pueda acogerse a la Constitución del mar.
La Convención permitió no solo fijar oficialmente las aguas interiores y el mar territorial ecuatoriano, sino que además facilitó al Ecuador y Perú fundamentar al paralelo como línea demarcadora de los límites marítimos, mediante un tratado que posteriormente fue registrado y perfeccionado por la ONU.
El siguiente paso se dio con similar procedimiento diplomático, para la demarcación de los límites marítimos entre Ecuador y Colombia, también mediante la formalización del paralelo entre ambos países.
Finalmente se delimitó la frontera marítima entre Ecuador y Costa Rica, en consideración de la vecindad oceánica existente, de las Islas Galápagos y la costartricenese Isla del Coco. Una inmediata consecuencia de esta regulación del mar territorial, abre oportunidades para la seguridad y el desarrollo de los países que desde la “proyección continental”, cercan un corredor marino, de más de 211 millones de hectáreas conformado entre Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica.
Ahora hay que dar prioridad a una visión oceanopolítica, que reconozca el inmenso crecimiento en magnitud e importancia de la comunicación marítima, sobre la cual el Ecuador tiene ventajas y una posición geográfica privilegiada por su cercanía al Canal de Panamá, que en el próximo año terminará su ampliación.
Basta imaginar que 14 544 buques, que utilizan 144 rutas marítimas de 80 países se incrementarán con la ampliación del canal que facilitará el paso de los barcos gigantes tipo postpanamax, que transportan contenedores que de 6 000 TEU (20 pies), triplicarán su capacidad, dando así oportunidad al tráfico transcontinental de incrementar sus frecuencias, realizar una nueva concentración, distribución y transferencia de carga desde y hacia los puertos, con mayor impacto a los más cercanos al Canal de Panamá.
La visión oceánica de Panamá, a más de ampliar el Canal, ha reconocido el inmenso potencial de la Alianza del Pacífico, se ha incorporado como observador y ha ofrecido las facilidades portuarias, aeroportuarias y logísticas que requiera la organización.
El Ecuador, mientras tanto, no mira hacia la Alianza del Pacífico y fracaso tras fracaso, no atina en encontrar un socio estratégico para desarrollar el megapuerto de Manta de aguas profundas para la transferencia de carga; proyecto que integrado con el estupendo aeropuerto podría convertir a Manta en un “hub” portuario, comercial y comunicacional para los mercados de Sudamérica, como se trata de convertir al puerto de Callao como el Gateway del Asia.