El primer Presidente negro de los Estados Unidos, que llegó al poder superando los prejuicios raciales, impulsado por el deseo de cambio, por el mal legado del señor Bush y por un discurso neopopulista, dentro de los límites de la cultura anglosajona, no logró el “we can”. La era Obama va tocando fin, ahogada en la marea republicana que barrió en las recientes elecciones y en el agotamiento de la paciencia de la sociedad americana ante la inoperancia del Gobierno.
La lista de las fallas que se imputan a Obama es larga y variada: falta de experiencia (su vida pública se limita a tres años como senador); una personalidad introvertida que le impide comunicarse con sus colaboradores y tomar decisiones con oportunidad; un ideólogo que no encaja en la tradición de la sociedad americana, que carece de sentido práctico y el desastre de las últimas elecciones, en las que ciertos demócratas prominentes tomaron distancia de la Casa Blanca. ¿Qué le pasó a Obama? Un buen orador derivó en mal Presidente. Pero sería injusto achacarle toda la responsabilidad: mejoró la economía, afrontó el tema de la migración y los republicanos bloquearon en el Congreso importantes iniciativas presidenciales.
¿Qué le espera en los próximos dos años? Con un Congreso dominado por los republicanos la única esperanza para él y para los Estados Unidos es que los dos partidos tiendan puentes y convengan en un programa que contemple los asuntos de mayor importancia para la vida nacional. Me inclino a pensar que los republicanos deberían ser los más interesados en alcanzar un acuerdo, ya que no pueden persistir en una política obstruccionista, estando llamados a demostrar que tiene capacidad de decidir y gobernar. Los americanos están cansados de Washington, cansados del permanente choque entre los dos partidos y cansados de que se mire de lado los problemas internos e internacionales, enredados como están en ambiciones electorales.
Desde la distancia parecería que el bipartidismo, cuando los políticos no priorizan lo nacional sobre los intereses del partido, hacen inoperante al Régimen presidencial. La concurrencia de más de dos partidos facilita la negociación y el acuerdo puntual, permitiendo la gobernabilidad.
En la España de los dos partidos hegemónicos ha ocurrido más o menos lo mismo y la respuesta ha sido el nacimiento y rápido crecimiento de un movimiento populista chavista que se levanta en contra de los valores tradicionales que ha mantenido la democracia española.
La experiencia indica que los políticos deberían ser previsivos y anticipar las consecuencias de la dictadura de una mayoría que genera resultados nefastos para la nación.