Los católicos tienen un nuevo Papa. Los creyentes le dan significados en las pautas de la religión. Pero él será la cabeza de una organización poderosa de Occidente, así tiene también otros significados. Además, las Iglesias son una influyente organización en la vida de las sociedades en relación a ideas, comportamientos y prácticas de vida. Organización de poder y organización de influencia social no siempre van juntas aunque en América Latina tienden a fundirse, en gobiernos de todas las tendencias.
La sociedad cambia a gran ritmo sus concepciones y modos de vida; en particular la ciencia anula posiciones religiosas. Así fue con la idea de la creación, cuando la ciencia ya mostró que el azar y la necesidad hicieron el camino. Pero las Iglesias cambian con parsimonia aún cuando es insostenible mantener sus posiciones o creencias ante evidencias contrarias o que los creyentes ya no las respectan.
Lo fundamental de la religión es más bien cómo las prácticas religiosas o el clero inciden en las mentalidades; no tanto si el clero se ocupa o no de los pobres, aunque en general sí los buscan, siendo una mayoría a ganar.
Por ello uno se interroga si habrá un Papa que sea algo más laico, distante de los poderes, admita el espacio de la ciencia en lugar de verla con tanta suspicacia porque carcome creencias, reconozca la importancia del yo- individuo en la sociedad, con sus derechos de opción de vida, Freud no existe aún en el Vaticano, los anticonceptivos tampoco. Que sea favorable a un clero más acorde con los tiempos, no tan pegado a los ritos, a íconos del campesinado mediterráneo y textos con sentidos antiguos; que abandone el celibato tan ligado al acoso o violación no sólo de infantes, y cambie su machismo impenitente que ignora la equidad hombres-mujeres en lugar de preparar una futura Papesa; sea menos acorde con los intereses occidentales como es ante el sistemático crimen a los palestinos como pueblo.
Pero las contradicciones y al parecer ambigüedades del nuevo Papa no son pocas. Un jesuita que no parece tal, sino más que menos cercano de los dos últimos papas, tan conservadores y ligados a ritos y creencias. Los primeros indicios dicen una persona conservadora en doctrina. Un ítalo-argentino que va acorde con la cohorte italiana que se niega a perder control del Vaticano. Un latinoamericano que no encarna lo novedoso que podría ser el Sur. Su impronta de necesaria austeridad puede incidir en ciertas prácticas pero no cambia mucho.
Es así un cambio que parece nuevo pero en los cánones de un Vaticano que no quiere ver el mundo actual. No es el “profeta” que muchos esperan sino al parecer alguien que en la lógica actual podrá ganar más adeptos y espacio a una religión ya establecida, pero no renovarla en lo sustancial, en lo que implica para la sociedad. Los católicos no podrán modernizar su religión sino dios sabe cuándo.